El gozo de las bienaventuranzas



“Los justos brillarán como el sol 
en el Reino del Padre” 
(Mt 13,43)

En una sociedad donde todo puede controlarse con el móvil parece que Dios sobra y que el ser humano es el único amo.
Cada uno de nosotros puede florecer en la buena tierra o dejar que las pasiones, la avaricia, la sensualidad, ahoguen la capacidad de optar por el bien.
El mal está en todo lo que destruye a la persona y le quita la capacidad de decidir.

- Señor, que en todo momento sea responsable de mis actos.

Jesús se goza con los que han vivido las bienaventuranzas.
 Es la alegría de la santidad que se extiende por toda la tierra.
Contempla a Jesús, sigue los caminos de su evangelio, y te brillarán los ojos, quedarás radiante.

¡Cómo se extiende el perfume de la santidad!
¡Cómo te alegras, Espíritu, en tus obras!
Bendito y alabado seas, Señor.

Señor, me impresiona la paciencia
que tienes conmigo y con todos tus hijos.

Cuando te acercas y yo me alejo,
Tú esperas y alientas mi regreso.

Cuando me enfado contigo y con los hermanos,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu mejor sonrisa.

Cuando me hablas y no te contesto,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu palabra.

Cuando no me atrevo a elegir y a renunciar,
Tú esperas y sigues dándome luz y valor.

Cuando me cuesta servir y entregarme,
Tú esperas y das tu vida por mi, sin reservarte nada.

Cuando soy egoísta y no doy buenos frutos,
Tú esperas, me riegas y me abonas.

Cuando me amas y yo no correspondo,
Tú esperas y multiplicas tus gestos de cariño.

En tu paciencia se esconden mis posibilidades de mejorar, de crecer,
de ser yo mismo, de cumplir lo que Tú has soñado para mí, de ser plenamente feliz.

Señor, que no me pase la vida sin aprovechar las oportunidades
que tu paciencia me brinda, para ser cada día menos cizaña y más trigo.

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