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Escuchadle.




“Este es mi Hijo amado; escuchadlo” (Mc 9, 7)  

Jesús lleva a sus discípulos al monte para regalarles una experiencia de luz, de aliento, de paz. 
Necesitan recuperar fuerza y coraje para seguir caminando hacia Jerusalén. 
En el monte se les desvela por un momento el misterio de la persona de Jesús, en Él se cumple la ley y las profecías; Él es el Hijo amado, a quien hay que escuchar, aunque sus palabras suenen a cruz y a sufrimiento.   


El auténtico discípulo es el que sabe escuchar al maestro y llevar a la vida sus enseñanzas.







Escuchadle. 
Escuchar a Jesús es un ejercicio de por vida. 
Hay momentos de plenitud que, aunque queramos, jamás se repiten. 
Hay años de monotonía en los que parece que hayamos perdido la razón de continuar caminando. 
Hay momentos de pasión y muerte. 
También topamos con la incomprensión: no está de moda ser cristiano y menos practicar. 
Cuando esto sucede, nos ayuda el recuerdo de la Transfiguración. 
Nos alienta: 
Escuchadle. 
Resucitaré.

- Señor, somos tu pueblo y tu heredad.

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