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Te damos gracias, Señor Dios nuestro,

Bienaventurados los pobres en el espíritu, 
porque de ellos es el reino de los cielos. 
Bienaventurados los mansos, 
porque ellos heredarán la tierra. 
(Mt, 5,3-4)


Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por los que se han hecho pobres para enriquecer a otros,
cuya casa es siempre un lugar de acogida,
incluso para extraños o extranjeros.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por los que saben escuchar las miserias de otros,
que curan heridas haciendo el dolor soportable;
por los que saben consolar al hermano afligido.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por los que siembran tranquilidad y paz,
por los que están atentos a las cosas pequeñas,
y por los que se sienten felices cuando otros son estupendos.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por los que tienen hambre de justicia,
que anhelan ver libre a cada persona,
y que sufren cuando se perpetra injusticia contra sus prójimos.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por los que saben juzgar a los otros con delicadeza,
que respetan el misterio de toda vida,
y que abren su corazón a la reconciliación y al perdón.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por aquellos cuyas intenciones son honestas y francas,
cuyas palabras son sinceras,
y por los que son leales con sus amigos.
por los que creen en los senderos que conducen a la paz,
que transforman sus espadas en instrumentos de amistad,
y que se esfuerzan por hacer su fe creíble
entregándose a sí mismos a los demás.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro,
por todos los hombres y mujeres que se sienten felices,
cuya alegría y sentido del humor lleva sonrisas a los que les rodean,
y cuyo estilo de vida liberador  es un rayo refrescante de esperanza para todos.
Te damos gracias, Señor Dios nuestro, 

(Bruggeman-Zuidberg)
 

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