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Santificar las fiestas





“El sábado se hizo para el hombre 
y no el hombre para el sábado” 
(Mc 2,27).  


El sábado es fruto del amor de Dios que quiere la felicidad de sus hijos.

Cargar el Domingo con mil preceptos agobia, pero igualmente inhumano es cargarse el Domingo por mero interés económico.

En ambos aspectos las personas pasan a segundo plano.

Cuentan poco o nada. 


Ni tan siquiera el sábado está por encima de las personas.

Las personas son el verdadero lugar de culto porque son templo de Dios.
 

Tener el corazón sencillo. 
Jamás condenar
  - Señor, que santifique las fiestas creando comunicación y encuentro.


Los discípulos de Jesús están estrenando la libertad.

La libertad es don y tarea diaria.

Si te sientas junto a Jesús, él te enseña a vivir, te quita los miedos del corazón para que salgan de ti palabras limpias y gestos de bondad. 
Jesús pinta en tu rostro la esperanza.  


Acoge el don de Dios, don que nos hace extraños al mundo, pero a la vez, un regalo para el mundo.  


Padre celestial, llénanos del hambre del alimento del Espíritu, que está más allá de nuestra imaginación, pero no de nuestra esperanza, la esperanza que no decepciona.

Porque sabemos que por tu Espíritu tu amor ha sido derramado en nuestros corazones.

Que ese amor se desborde en la vida de este mundo, para que todos puedan anhelar la visión de tu rostro.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.

Hoy celebramos a San Antonio Abad

Según la Vida escrita por san Atanasio, de joven, muertos sus padres, se tomó tan en serio aquellas palabras de Jesús:  
«Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, luego sígueme» (Mt 19,21) que se retiró, solo, al desierto de Egipto durante más de veinte años (siglo III). 
Pero no se desentendió de los problemas del mundo: mantuvo contactos con la Iglesia de Alejandría, su ciudad natal, y animó a todos los que le pedían consejo; muchos le llamaban «Padre» («Abad»), llenando el desierto de monasterios.

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