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Reflejar el amor de Dios

Och



Ocho días atrás, Jesús, enseñando a orar sin perder la esperanza, proponía la parábola de la viuda y el juez. 
Hoy es presentada como modelo una viuda pobre que da su oferta. ¿Qué estamos dispuestos a dar en nuestra relación con Dios y con los hermanos? 
¿Todo, o apenas lo que nos sobra? 
Se trata de tiempo, de disposición a escuchar o a acompañar, de acogida de emigrantes o refugiados, de distribución equitativa de la riqueza...
Gracias, Señor Jesús, porque tú has dado y das todo. 
Ayúdanos a adquirir esta generosidad.




En Jerusalén tuvo lugar tal día como hoy la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva, construida en la colina de Sion ante la explanada del Templo el 21 de noviembre del 543. 
Las Iglesias cristianas de Oriente vincularon la dedicación de aquella basílica con una historia que se narra en los escritos apócrifos antiguos sobre la presentación de María en el Templo, según la costumbre judía. 
De todo ello surgió esta memoria, símbolo de la entrega total de María al Señor, quien es modelo de quienes han consagrado toda su vida al amor de Dios. 
La fiesta simboliza la entrega total de María al Señor:  

«Salve, Madre de tierna piedad, Madre santa de Dios, que nos habéis entregado la esperanza, la gracia y la bondad» (Himno)



“¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” 
(Mt 12,48)  

Jesús nos señala que los discípulos son su verdadera familia y que pertenecer a esta familia de Jesús, a la comunidad cristiana, implica cumplir la voluntad del Padre. 
María es la primera discípula de su Hijo Jesús porque acoge la Palabra en su corazón con un sí total y confiado a la voluntad de Dios. 

Hágase. 
Y la Palabra se hizo carne en la tierra de María. 
Hágase. 
Y la Palabra comenzó a amasarse en el corazón de María. 
Gracias, María, por tu fe confiada hecha amor sin medida.


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