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Eres sagrado, somos templos de Dios.





“Destruid este templo,  y en tres días lo levantaré”  (Jn 2,19). 

Parece contradictorio que, en la fiesta de  la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, Jesús hable de la destrucción de «este templo».
Es que la atención quiere fijarse en el «templo de su cuerpo».
Y en el valor de cada uno de nosotros corno miembros de este cuerpo.
El encuentro con Dios depende sobre todo de la relación que establezcamos con Jesús, el Hijo, y con cada persona, hijos e hijas del mismo Padre.
Los discípulos empezaron a creerlo y practicarlo después de la resurrección de Jesús.

- Señor Jesús: que cada celebración eclesial nos haga miembros más activos de tu cuerpo.

Jesús echa fuera del recinto del templo  a los animales  y pronuncia una palabra profética: 
Él es el nuevo templo, 
el lugar del encuentro del ser humano y Dios. 
Jesús te invita a entrar en su presencia  y a adorar a Dios en espíritu y en verdad. 

Señor,  yo quiero entrar en tu santuario. 
Dame manos limpias,  corazón puro,  enséñame a amar. 
Tu sangre me limpia,  tu Palabra me abrasa,  tu Espíritu Santo inunda mi ser.

Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.

Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.

Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.

Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.

Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
 


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