Frutos de justicia, misericordia y amor.




“Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,20)
Siempre hay lobos que disgregan al rebaño.
La advertencia de Jesús es para que no caigamos en la tentación de actuar como ellos (con poca caridad, con afán de protagonismo personal, prescindiendo de los más débiles de la comunidad...).
Y estas palabras invitan a saber valorar a las personas más allá de las apariencias inmediatas: el buen fruto no se recoge en el momento muy vistoso de la floración, sino después de un largo proceso de crecimiento y maduración.

Tú me sondeas y me conoces.
Las obras hablan siempre más y mejor que las palabras.
Mientras puedas, no estés sin tan buen amigo como Jesús;
su acequia va llena de agua.
Junto a él brota la vida.

El fruto del amor es el servicio 
y el fruto del servicio es la paz
 
- Ayúdanos, Señor,
a vivir en la sinceridad y la verdad,
para que nuestra vida 
produzca los mismos frutos que la tuya,
para el bien común.

El árbol que da buenos frutos es un árbol bueno.
Que la savia del evangelio de Jesús, 
su unión con nosotros
y nuestra intimidad con él 
corran sin cesar por nuestras venas.
Así daremos frutos de justicia, misericordia y amor.

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