Seguirte Señor, el gran objetivo de nuestra vida
"Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes Palabras
de vida eterna"
(Jn 6,68)
Jesús está en
la Eucaristía.
Y, al comulgar, nos unimos a Él.
A su vida y su proyecto.
Esto
es lo fundamental.
En Jesús no hay separación entre la palabra y la vida, entre
lo que dice y lo que hace: sus palabras comunican su vida, rebosante de la
presencia del Espíritu.
Por eso no entenderlo es no estar dispuesto a seguir su
modelo de existencia.
La respuesta o profesión de fe de Pedro es la de toda la
comunidad pascual que se adhiere a la persona de Jesús, consciente de que es el
Espíritu Santo quien va guiándola en este camino.
- Te damos gracias,
Señor,
porque, como Pedro y sus compañeros,
nosotros nos sentimos movidos a
seguirte.
¡Que éste sea el gran objetivo de nuestra vida!
“La vida eterna será un asombro compartido” (LS 243).
El ser humano ha hecho cosas asombrosas en el planeta, hemos
logrado saber dónde habitamos, incluso saber lo que hay más allá de las
estrellas.
Si pensamos en la capacidad de investigar y conocer, no dejamos de
maravillarnos, es algo absolutamente extraordinario.
Pero cada ser humano
concreto no siempre participa de todos los predicamentos que se le atribuyen.
La vida es un asombro compartido ante las pequeñas cosas de cada día: comer,
estudiar, libertad.
Y siempre tenemos la oportunidad de contemplar, como un
dejarse nacer en cada instante.
Señor, que no seamos
de los que nos escandalizamos de tus exigencias,
sino que, como los Doce,
podamos decir cada día “Señor,
¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de
vida eterna”.
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