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El núcleo de nuestra fe





"El que realiza la verdad, se acerca a la luz" 
(Jn 3,21) 


Lo que empezó como un diálogo con Nicodemo, se ha convertido ahora en enseñanza de Jesús. 
Nos recuerda el núcleo de nuestra fe y lo que celebramos en el tiempo pascual: 
Dios, que es amor, ama de tal modo a la humanidad que ha entregado a su Hijo único para que todos tengan la plenitud de la Vida. 
No se trata de algo del pasado, es una oferta permanente de Dios, que nos invita a aceptar y a responder a ella.

- Señor Jesús, ayúdanos a sabernos, como tú, profundamente amados por el Padre. 
Y a dejarnos guiar por el Espíritu para poderlo comunicar.


La humanidad está gimiendo a la espera de que aparezcan hombres y mujeres de verdad, transparentes, con la luz en el corazón y en los ojos. 
La humanidad espera que surjan personas con los ojos de Dios, capaces de mirarlo todo y a todos como Él lo mira.
Cultiva hoy los gestos sencillos y las palabras de verdad
Son un don del Espíritu, una tarea por tu parte, un regalo para los que te rodean.  
      

Te dejo espacio y Tú transformas mi vida. 
Busco la verdad y Tú me llenas  de luz. 
Se extiende el gozo de ver salir el sol.  


Dios -el Dios que nos presenta Jesús- ni sabe, ni quiere, ni puede hacer otra cosa que no sea amar. 
Y el que ama, por eso mismo lo que hace es contagiar felicidad.


“Es un modo de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios (LS 9).   


La verdad y la luz de la Pascua son un riesgo para nuestra vida acomodada y segura. 
Quien se acerca a Cristo Resucitado ve cómo se le trastocan los intereses: de mirarse constantemente a sí mismo, pasa a mirar lo que necesita el mundo. 
Andar en verdad conlleva riesgos. 
Pero si no hay riesgo, no hay descubrimiento de la luz. 
Si no nos arriesgamos a dejar atrás estilos de vida insolidarios para pasar a estilos de vida más fraternos, no hay Pascua. 
Ya lo decía el salmista hace siglos: 
Los que siembran con lágrimas, cosechan entre cantares.

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