Queremos tocarte Señor.





“Cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, 
le llevaban los enfermos en camillas” (Mc 6,55).


Jesús y los discípulos regresan 
a los lugares habituales de actividad. 
Las pocas líneas del evangelio de hoy 
dan testimonio del entusiasmo 
y esperanzas que despertó entre el pueblo sencillo.

Seguramente porque valoraba a cada persona 
y le comunicaba el amor de Dios, 
porque se preocupaba 
de los enfermos y depreciados, 
ayudándoles a recuperar la salud y la dignidad, 
porque su persona era comunicadora 
de bondad, paz y gozo.

Su presencia transformaba su entorno.

En el encuentro de Jesús con los enfermos 
está la filigrana del actuar 
de un Dios acogedor y sanador, 
que se interesa por lo más débil.

Muchos marginados encuentran la vida 
en la alternativa que propone Jesús. 


"Misericordia: es la ley fundamental 
que habita en el corazón de cada persona 
cuando mira con ojos sinceros al hermano 
que encuentra en el camino de la vida" 
(Papa Francisco: Misericordiae Vultus, N° 2)


Pon ante Jesús tus debilidades. 
El alfarero, con tu barro, 
puede hacer una vasija nueva.  

Si quieres hacer de mi barro 
un vaso para que puedan beber en él los hermanos 
¡bendito seas!   


Señor: queremos tocarte para que tú mismo nos toques.
Queremos tocarte para que también hoy 
nos sanes y nos cures el alma.
Queremos tocarte para que también hoy 
nos sanes el alma enferma.
Te tenemos con nosotros en el Sagrario.
Que también hoy se pueda decir 
“y los que lo tocaban se ponían sanos”.
Sana nuestros cuerpos. 
Pero, sobre todo, sana nuestros corazones.



- Que tus discípulos, Señor Jesús, 
sepamos cultivar con todos una relación cercana 
y profundamente humana.


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