No se puede silenciar la verdad




“Herodes decía: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado” (Mc 6,16)
Las palabras y gestos de Jesús se extienden entre la gente sencilla y necesitada; pero muchos no entienden la novedad de su mensaje.
 El rey Herodes estima a Juan Bautista; pero cede a la sensualidad y los compromisos de corte.
La fiesta tiene un final macabro.

Vivir la vida cristiana y la comunión con la Iglesia significa valorar a todas las personas, respetar su dignidad.

¿Cómo nos situamos ante los profetas que Dios ha enviado y envía en nuestro tiempo?
Podemos matar a quien nos dice la verdad.
Pero no podemos matar la verdad.
Podemos matar a quien nos dice la verdad.
Pero los que dicen la verdad siguen hablando.
Podemos matarlos, pero su muerte sigue siendo la voz de la verdad.
Podremos silenciar a los que nos molestan.
Pero no podremos silenciar la verdad, porque también los mártires siguen hablando.
Los profetas hablan más de muertos que de vivos.
Los profetas hablan más decapitados que cuando podían hablar.
Porque se puede silenciar al que habla.
Pero no se puede silenciar la verdad.
Orar es acoger  la cruz de Cristo, que ha hecho de ella el símbolo supremo del amor.

- Haznos descubrir y seguir, Señor, los ejemplos de bondad, rectitud, honradez, amor a la verdad que vemos cada día.
Pidamos a María una vida según el Evangelio para poder reconocer en Jesús al Mesías Salvador.









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