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¡Ay de mi si no evangelizare!





¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Yo soy apóstol y testigo
Cuánto más lejana está la meta, cuánto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia.
Debo predicar su Nombre:
Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Él es quien nos ha revelado al Dios invisible,
Él nació, murió y resucitó por nosotros.
Él es el centro de la historia y del universo;
Él nos conoce y nos ama,
Compañero y amigo de nuestra vida,
Hombre de dolor y de esperanza.
Él ciertamente vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez, y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Yo nunca me cansaría de hablar de Él.
Él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida. Él es pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed.
Él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano.
Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Este Jesucristo, de quien vosotros ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros ya pertenecéis, por vuestra condición de cristianos.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
A vosotros, pues, cristianos, os repito su Nombre a todos os lo anuncio: Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
Él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo; Él es el Hijo del hombre por antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito. Y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico.
¡Ay de mi si no evangelizare!
Para esto me ha enviado el mismo Cristo.
¡Jesucristo! Recordadlo: Él es el objeto perenne de nuestra predicación. Nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos. Amén. (S.S. Paulo VI).

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