Es una gracia morir dentro de la Iglesia.



¡Pecador sí, traidor no!

Y esto es una gracia: permanecer hasta el final en el Pueblo de Dios.

Recibir la gracia de morir en el seno de la Iglesia, en el seno del Pueblo de Dios.

Y este es el primer punto que yo querría subrayar.

También para nosotros, pedir la gracia de morir en casa, morir en la Iglesia.

¡Ésta es una gran gracia!

¡Esto no se compra!

Es un regalo de Dios y debemos pedirlo:

Señor, ¡hazme el regalo de morir en casa, en la Iglesia!

Pecadores sí, todos lo somos, pero corruptos no.

¡Siempre dentro!

Y la Iglesia es hasta tal punto madre que nos quiere también así, tantas veces sucios, 
pero la Iglesia nos limpia: ¡es madre!



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