Jesús es paciente, sabe esperar y nos espera siempre. Nosotros debemos dar testimonio con alegría de este mensaje del evangelio de vida y de luz, de esperanza y de amor.

"La liturgia nos repropone, en el prólogo del evangelio de san Juan, el significado más profundo de la Navidad de Jesús. 
Él es la Palabra de Dios que se ha hecho hombre y ha puesto su “carpa” su habitación entre los hombres. Escribe el evangelista: 
“El Verbo de Dios se ha hecho carne y vino a habitar entre nosotros”.
¡En estas palabras que no terminan nunca de maravillarnos esta todo el cristianismo! 
¡Dios se ha hecho mortal, frágil como nosotros y ha compartido nuestra condición humana excepto el pecado, pero sí tomó sobre sí mismo los nuestros, como si fueran propios y ha entrado en esta historia y se ha vuelto plenamente el Dios con nosotros!
El nacimiento de Jesús, entonces nos muestra que Dios ha querido unirse a cada hombre y a cada mujer, a cada uno de nosotros para comunicarnos su vida y su alegría. 
Así Dios, es Dios con nosotros, el Dios que nos ama, Dios que camina con nosotros. 
Éste es el mensaje de Navidad. El Verbo se hizo carne.
 Así la Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad.
De aquí deriva también el entusiasmo, la esperanza de nosotros cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados y acompañados por Dios. 
Y miramos al mundo y a la historia como el lugar en el cual caminar junto a Él y entre nosotros, hacia cielos nuevos y tierra nueva.
Con el nacimiento de Jesús ha nacido una promesa nueva, un mundo nuevo, pero un mundo que puede ser siempre renovado. 
Dios está siempre presente para suscitar hombres nuevos, para purificar el mundo del pecado que lo envejece, del pecado que lo corrompe. 
Por cuanto la historia humana y aquella personal de cada uno de nosotros pueda ser marcara por las dificultades y las debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el hombre y con su historia.
Esta proximidad de Dios al hombre, a cada hombre, a cada uno de nosotros ¡es un don que no tiene fin! Él está con nosotros, 
Él es Dios con nosotros y esta proximidad no tiene ocaso. 
Aquí está el anuncio gozoso de la Navidad: la luz divina que inundó los corazones de la Virgen María y de san José, y que guió los pasos de los pastores y de los magos, brilla también hoy ante nosotros.
 
En el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, hay también un aspecto relacionado con la libertad humana, la libertad de cada uno de nosotros. 
De hecho el Verbo de Dios pone su carpa entre nosotros, pecadores y necesitados de misericordia. 
Y todos nosotros tenemos que apurarnos a recibir la gracia que Él nos ofrece. 
En cambio, prosigue el evangelio de san Juan, “los suyos no lo recibieron”.
“También nosotros tantas veces lo rechazamos, preferimos quedarnos cerrados en nuestros errores, en la angustia de nuestros pecados. 
¡Pero Jesús no desiste y no deja de ofrecer a sí mismo y su gracia que nos salva! Jesús es paciente, sabe esperar y nos espera siempre.
Este es un mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo. 
Y nosotros estamos llamados a dar testimonio con alegría de este mensaje del evangelio de la vida y de luz, de esperanza y de amor.
 Porque el mensaje de Jesús es este: vida, luz, esperanza, amor.
María, Madre de Dios y nuestra tierna Madre, nos sostenga siempre, para que seamos fieles a la vocación cristiana y podamos realizar los deseos de justicia y de paz que llevamos en nosotros al inicio de este nuevo año”.
 El papa Francisco  en el  Ángelus del 5 de enero 2014

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