"Dice la leyenda que, tras una exhaustiva sesión matinal
de oraciones en el monasterio de Piedra,
el novicio preguntó al abad si las oraciones hacía
que Dios se acercase a los hombres.
- Te responderé con otra pregunta, dijo el abad.
¿Todas estas oraciones que dices harán
que mañana salga el sol?
- ¡Claro que no!
¡El sol nace porque obedece a una ley universal!
- Entonces, esa es la respuesta a tu pregunta.
Dios está cerca de nosotros,
independiente de las oraciones que digamos.
El novicio replicó:
- ¿Nuestras oraciones son inútiles?
- En absoluto.
Si no te levantas temprano,
nunca conseguirás ver la salida del sol.
Si no rezas, aunque Dios esté siempre cerca,
jamás notarás su presencia.
Orar y velar:
ese debe ser el lema del guerrero de la luz.
Si solo vela, empezará a ver fantasmas donde no los hay.
Si solo reza, no tendrá tiempo
para ejecutar las obras que el mundo necesita."
(Paulo Coelho)
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Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)
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