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Oración ante la Virgen de Fátima de Benedicto XVI


Señora Nuestra

y Madre de todos los hombres y mujeres,

aquí estoy como un hijo

que viene a visitar a su Madre

y lo hace en compañía

de una multitud de hermanos y hermanas.

Como Sucesor de Pedro,

al que se le confió la misión

de presidir el servicio

de la caridad en la Iglesia de Cristo

y de confirmar a todos en la fe

y en la esperanza,

quiero presentar a tu Corazón Inmaculado

las alegrías y las esperanzas,

así como los problemas y los sufrimientos

de cada uno de estos hijos e hijas tuyos,

que se encuentran en Cova de Iria

o que nos acompañan desde la distancia.



Madre amabilísima,

tú conoces a cada uno por su nombre,

con su rostro y con su historia,

y quieres a todos

con amor materno,

que fluye del mismo corazón de Dios Amor.

Te confío a todos y los consagro a ti,

María Santísima,

Madre de Dios y Madre nuestra.


El Venerable Papa Juan Pablo II,

que te visitó tres veces, aquí en Fátima,

y te agradeció aquella “mano invisible”

que lo libró de la muerte,

en el atentado del trece de mayo,

en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años,

quiso ofrecer al Santuario de Fátima

la bala que lo hirió gravemente

y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz.

Nos consuela profundamente

saber que estás coronada

no sólo con la plata

y el oro de nuestras alegrías y esperanzas,

sino también con la “bala”

de nuestras preocupaciones y sufrimientos.


Te agradezco, Madre querida,

las oraciones y sacrificios

que los Pastorcillos

de Fátima realizaron por el Papa,

animados por los sentimientos

que tú les habías infundido en las apariciones.

Agradezco igualmente a todos aquellos que,

cada día,

rezan por el Sucesor de Pedro

y sus intenciones,

para que el Papa sea fuerte en la fe,

audaz en la esperanza y ferviente en el amor.

 Madre querida por todos nosotros,

te entrego aquí en tu Santuario de Fátima,

la Rosa de Oro

que he traído desde Roma,

como regalo de gratitud del Papa,

por las maravillas que el Omnipotente

ha realizado por tu mediación

en los corazones de tantos peregrinos

que vienen a esta tu casa materna.
 
Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima,

los Beatos Francisco y Jacinta

y la Sierva de Dios Lucía de Jesús,

nos acompañan en este momento de súplica y júbilo.

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