En medio de tanto llanto, de tanto sufrimiento, de tanto dolor, Dios sigue guiándonos hacia el festín mesiánico del amor, la bondad, la justicia, la fraternidad, la alegría...
Hoy a pesar del dolor por la muerte de un empreario vasco, por las manos asesinas de los de siempre, y el dolor por las cifras de abortos en España; no perdamos la esperanza. El Señor de la vida nos invita a un festín de manjares suculentos. Un festín con el mejor aceite del consuelo y el vino generoso de la espera. Es el mismo Señor quien nos prepara una mesa que enjuga nuestras lágrimas y pone fin a todo dolor.
Recemos con esta oración de Juan Pablo II al Dios de la vida:
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
(Juan Pablo II)
Hoy a pesar del dolor por la muerte de un empreario vasco, por las manos asesinas de los de siempre, y el dolor por las cifras de abortos en España; no perdamos la esperanza. El Señor de la vida nos invita a un festín de manjares suculentos. Un festín con el mejor aceite del consuelo y el vino generoso de la espera. Es el mismo Señor quien nos prepara una mesa que enjuga nuestras lágrimas y pone fin a todo dolor.
Recemos con esta oración de Juan Pablo II al Dios de la vida:
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
(Juan Pablo II)
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