Recibir y compartir la Luz

 


"La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios"  
 (Jn 1,1-18)

En el principio existía la Palabra. Estaba junto a Dios. Era Dios. En la Palabra había vida. La vida era la luz de los hombres. Todo un misterio que nos abraza en la ternura de un bebé, porque Dios se ha hecho niño para mostrarnos el camino de Dios, de la vida y de la Luz.

Has venido Señor a compartir nuestra vida, 
a recorrer nuestros caminos polvorientos. 
Has venido porque nos amas y para decirnos 
que ya nuca estamos solos. 
Como en Emaús, siempre te haces el encontradizo 
y nos calientas el corazón. 
¡Gracias, Jesús!

Una Palabra creadora y que da Vida, que es Luz, que se hace carne, que se queda (acampa) con nosotros, que nos quiere, nos cuida, nos ama. Palabra que hay que acoger, escuchar y dejarse moldear por ella. La Palabra es Jesús que nace, vive, crece, propone, anuncia, ama... y muere por cada uno de nosotros. No es Alguien lejano, es Alguien vivo y presente.

En Cristo nos reconocemos como hijos de la luz y no hijos de las tinieblas.


"En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió." 
En La vida llega cuando reconocemos a Dios en ella. Cuando dejamos el aislamiento y la autosuficiencia y nos abrimos a la recepción y acogida de lo que se nos da. Vivir es recibir vida. La luz nos llega de un Sol que no somos nosotros. La tiniebla nos envuelve cuando nos ocultamos del Sol.

«Luz verdadera que alumbra a todo hombre» Si vino a alumbra a todos, nosotros debemos llevar esa luz a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, abrir en el nuevo año las puertas para que entren sin miedo y con el deseo de conocer a quién les ha llamado y nunca los abandonó.


Un año que se acaba y un año a punto de comenzar. En todo tiempo Jesús nos regala la vida en plenitud. Ser hijo de Dios es saber que somos de su familia y que estamos invitados a vivir con Él en su casa y que todo lo que es de Él, es nuestro. Ser hijo de Dios es vivir y poner en práctica lo que Dios es: Amor.

Agradezcamos todo lo vivido en este 2025. Y ofrezcamos nuestra vida en el año nuevo para disponernos a recibir la luz y compartirla cada día.

Concluimos un año más. 
Pero no temas. 
Confía. 
Hoy eres invitado a recibir a Jesús 
y a vivir en la luz de su amor y verdad. 
Señor, gracias por el año transcurrido; 
pero gracias, sobre todas las cosas,
 por enviar a Jesús a nuestro mundo, la Palabra hecha carne. 
Él vive entre nosotros para siempre. 
Ayúdame a recibirlo en mi corazón 
y a vivir en la luz de su amor y su verdad el año que empieza. 
Que mi vida sea en toda circunstancia y tiempo 
un re­flejo de tu gracia y verdad. 
Amén.

 

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