Teniendo en cuenta que las leyes se dan para sanar, debemos comprender que las leyes se deben aplicar a las personas concretas y el buen jurista debe tener presente a la persona que tiene delante y aplicar la ley conforme la vida de cada uno. 
Jesús pregunta a los fariseos como es el rostro del Dios en el que creen. ¿Es un Dios que ama a su pueblo y a los que más sufren?, ¿O es un Dios convertido en un conjunto de normas y mandamientos? Jesús sabe que es sábado. Y conoce la norma judía de que en Sabbath no se puede trabajar. Pero el Padre de Jesús le impulsa a la compasión, a la sanación y salvación de sus hijos. Y delante de sus miradas toca la carne enferma y la restaura. Dejémonos tocar por Jesús y quedamos sanos.
El Evangelio nos impulsa a actuar. No basta con estudiar la palabra y contemplarla; se nos invita a llevarla a la práctica. Nos reta a preguntarnos cómo nuestras actividades y proyectos pueden ser más inclusivos, más sanadores, más reflejo de esa misericordia que Jesús mostró.
Ante el sufrimiento de los demás se pueden tomar diferentes posturas: mirar para otro lado, encajar la situación en términos de leyes, y vivir centrándonos en el bienestar; o poner a la persona en el centro. Situarla como lo más importante. Los fariseos o Jesús.
Pidamos a Dios la gracia de vivir con un corazón compasivo, siempre dispuestos a hacer el bien y a mostrar su amor en todas nuestras acciones.


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