“Una mujer de entre el gentío levantó la voz”
(Lc 11, 27)
La fiesta de hoy ofrece la oportunidad de meditar
todo lo que ha significado para María escuchar la palabra de Dios y cumplirla.
Ha consentido en que Cristo viva en ella para
poderlo transmitir.
Se ha dejado guiar por el Espíritu y ha comunicado
su gozo.
Ha vivido para los demás y se ha preocupado de sus
necesidades.
Ha acogido como hijas e hijos a todos los que Jesús
ama.
Y los acompaña en la oración y en la formación de
comunidades de discípulos y testigos del Resucitado.
- ¡Gracias, Señor, por la Madre y Maestra que nos has dado en María!
- ¡Gracias, Señor, por la Madre y Maestra que nos has dado en María!
Una mujer emocionada por las palabras de Jesús,
levanta valiente su voz para señalar la dicha de María.
Atrévete a proclamar con tu vida que llevas en tu
corazón el gozo de sentirte hijo/a de María.
Padre, Dios, necesitamos mujeres llenas de vida, que hundan sus raíces en
la fuente de tu Palabra y repartan, a manos llenas, la paz y la alegría.
Ella es “la mujer de la palabra”.
Ella es “la madre de la palabra”.
Ella es “la madre de la palabra”.
Dios se rebajó a la condición humana haciéndose
Palabra.
El hombre se engrandece a la condición divina escuchando la Palabra.
El creyente es grande porque se fía de la Palabra.
El creyente es grande porque se deja fecundar por la Palabra.
El creyente es grande porque escucha y pone por obra la Palabra.
El creyente es grande porque anuncia la Palabra.
El creyente es grande cuando es capaz de decir
El hombre se engrandece a la condición divina escuchando la Palabra.
El creyente es grande porque se fía de la Palabra.
El creyente es grande porque se deja fecundar por la Palabra.
El creyente es grande porque escucha y pone por obra la Palabra.
El creyente es grande porque anuncia la Palabra.
El creyente es grande cuando es capaz de decir
“Hágase en mí según tu Palabra”.
TÚ, MARIA, PILAR. NOSOTROS
PIEDRAS
Tu camino, será nuestro sendero
Tu meta, nuestro horizonte
Tu verdad, luz en nuestro caminar
Tu tesoro, Cristo: ayer, hoy y siempre.
Sí; María.
Tú eres “pilar” que nos sostiene
en situaciones de flaqueza y de ruina
ayúdanos a ser, también nosotros,
sillares de paz y de esperanza.
A ser piedras vivas de ese templo vivo
que está llamado a ser el mundo
con la fuerza del Evangelio.
¿Nos ayudaras, María?
Si; María. Tú eres “pilar”
al que nos agarramos en tiempos de tormenta
en el que nos apoyamos cuando la fe tambalea
en el que nos despertamos
cuando la esperanza es somnolienta.
Si; María. Tú eres “pilar” que nos ampara
en situaciones de peligro y de discernimiento
en batallas no fáciles y sin tregua
en momentos amargos y noches oscuras.
Si; María. Tú eres “pilar”
Pilar, en pequeño, que nos lleva a ese otro PILAR
Pilar de fe en Cristo
Pilar de la Resurrección de Cristo
Pilar de la Salvación de Cristo
Pilar de lo que nos espera en el cielo.
Ayúdanos, Virgen y Santa Madre mía,
a ser piedras que se vayan colocando
para construir caminos que conduzcan a los hombres al
destino final que es la Patria del Cielo.
Amén.
(Javier Leoz)
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