El primer día de la resurrección.
“¿No ardía nuestro corazón
mientras nos hablaba por el camino?” (Lc 24,32)
“El domingo es el día de
la resurrección, el primer día de la nueva creación, cuya primicia es la
humanidad resucitada del Señor, garantía de la transfiguración final de toda la
realidad creada” (LS 237).
Jesús inicia un camino de
resurrección para todos los que vivimos en la casa común de la tierra.
Este
estallido de vida nos pone de pie, dispuestos a contemplar los bosques y
espesuras plantados por la mano del Amado, y a trabajar en el cuidado de la
casa de todos.
Se abren para nosotros mil senderos por donde caminar.
Nos
empuja el fuego vivo que la Palabra deja en los adentros.
¿Nos animamos a
entablar un diálogo pascual con la creación?
¡Aleluya! Nos hace falta
esta palabra
diferente, única,
intraducible,
para expresar el gozo
único que hoy celebramos,
esparcidos por todo el
mundo
pero unidos en un solo
clamor.
Celebramos que se ha
cumplido
el mayor anhelo de la
humanidad,
que ningún obstáculo ni
pecado
ha podido impedir
el compromiso de Dios a
favor de la vida,
que ya nada puede cerrar
las puertas del Reino.
Celebramos que podemos
mirar
de cara a la guerra, la
mentira, la injusticia,
el odio, la enfermedad e
incluso la muerte,
que hasta ahora parecía
invencible.
Celebramos que ya no nos
da miedo la noche
porque en ella brilla una
luz
más clara que el día.
Hemos dejado atrás el
miedo,
y por lo tanto somos
libres,
esperando que se cumpla
nuestra esperanza,
la manifestación de Jesús,
nuestro Salvador.
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