“Crecer en familia”
MENSAJE PARA NAVIDAD 2014 DE OBISPO DE HUELVA
Los ojos de los pastores, que
habían acogido la Buena Noticia del nacimiento del Salvador, quedaron
asombrados al contemplar al Hijo de Dios hecho hombre, como un frágil
Niño, envuelto en pañales y acostado en un pobre pesebre. Junto a Él,
María, su madre, que le había dado a luz, y José, que asumía su papel de
padre. El Niño Dios necesitó el cuidado de una familia.
La familia de Jesús, tuvo que
huir perseguida a Egipto y, pasado el peligro, volver a Nazaret, donde
el Hijo de Dios vivió sujeto a sus padres, creciendo en sabiduría,
estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres (cf. Lc 2, 52).
La Sagrada Familia de Nazaret es
contemplada por todos nosotros en estos días de Navidad como modelo de
toda familia. En ella crecen todos en el cumplimiento de la voluntad del
Padre: las pruebas, el trabajo, el silencio, la humildad se desarrollan
en el amor mutuo bajo la mirada bondadosa de Dios.
Al dirigirme a vosotros en este
mensaje navideño, queridos diocesanos de Huelva, quiero centrarme sobre
todo en la familia, porque la fiesta de la Navidad del Señor tiene un
sentido familiar muy arraigado. Todos deseamos unirnos a nuestros seres
queridos para celebrar juntos la Navidad.
Como dice el Papa Francisco, “la
familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las
comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad
de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la
célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la
diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a
sus hijos” (Evangelii Gaudium nº 66).
Deseo que Jesús esté presente en
todas nuestras familias. Él es el centro de nuestra fiesta. Él está en
medio de nosotros para ofrecernos su paz, porque nos enseña a
comprendernos, a perdonarnos, a crecer en confianza y en fidelidad a los
planes de Dios para cada uno de nosotros. Si Jesús es acogido en
nuestras familias siempre estará ardiente el calor del amor, porque Él
nos impulsa a amar dando la vida, atentos siempre a la necesidad del
otro, a tratarnos con ternura y misericordia. Si Él habita en nuestros
hogares no faltará la alegría, incluso en las lágrimas, porque nos
sentiremos acompañados por su presencia que conforta y consuela, que
hace brillar la luz en medio de nuestras noches. Con Él todos podemos
crecer en santidad y renovar el mundo.
Al desearos esta presencia de
Jesús en medio de nuestras familias, para que juntos crezcamos en la
confianza en Dios y en el seguimiento del que es nuestro Camino, pienso
en todas las situaciones diferentes que viven tantas familias. Me uno al
sufrimiento de las que están angustiadas por el paro y las necesidades
materiales y de las que están afectadas por la enfermedad. Rezo por las
que viven situaciones de tensión, desavenencia o ruptura, por las que
están fuera de su patria o tienen dispersos a sus miembros, por los que
están solos. Mi pensamiento se dirige también, más allá de nuestras
fronteras, a todas las familias que padecen los horrores del hambre, de
la guerra y la persecución, así como las que han sucumbido en el mar
buscando una vida mejor.
Comparto también la acción de
gracias por los que están reunidos y contentos celebrando la Navidad:
abuelos, padres e hijos, pequeños y mayores. Que este ambiente cálido y
entrañable sea un momento propicio para transmitir la fe en Jesús
nuestro Salvador, renovar la esperanza en el Mesías deseado por los
pueblos y consolidar el amor que el Señor nos ha mostrado.
Una de mis mayores ilusiones
pastorales es que los padres e hijos podáis crecer juntos en la vida
cristiana. Un crecimiento que respete los ritmos y procesos de cada uno,
sin caer en la ansiedad que no tolera “fácilmente lo que significa
alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz” (cf.
Evangelii Gaudium nº 88).
Con afecto os bendigo y deseo que el Hijo de Dios, hecho hombre, llene de paz, amor y alegría a todas las familias de la tierra.
¡Feliz Navidad a todos!
+José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva
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