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Escucha

 

« Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma con toda tu mente, con todo tu ser…Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  No hay mandamiento mayor que estos».  (Mc 12, 28-34)

Un escriba pregunta a Jesús por el primer mandamiento. La ley judía tenía 613. Ante Dios que se revela, que es Palabra, el gran reto es escuchar. Con razón decía San Pablo que la fe entra por el oído. La bienaventuranza reservada para su madre tiene un significado especial: "Bienaventurada, más bien, por escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica" Jesús define el único mandamiento que integra y supera a todos. No hay mayor mandamiento que el amor a Dios y a los demás. Los demás serán siempre secundarios.


«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Aquel que nos lleva a entregar todo nuestro ser a Dios y a relacionarnos desde la misericordia con el hermano al que escuchamos y acompañamos, mostrando así la relación Trinitaria, reflejada en la comunidad que vive la fe.

El más importante de todos los mandamientos: el AMOR. Sin condiciones, a nuestros semejantes, al que menos quieres. Amar al que de verdad lo necesita. Podemos hacerlo.

Ante Dios que se revela, que es Palabra, el gran reto es escuchar. Con razón decía San Pablo que la fe entra por el oído. La bienaventuranza reservada para su madre tiene un significado especial: "Bienaventurada, más bien, por escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica"

"Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mc12,28-34). ¿Cómo nos amamos a nosotros mismos? Tanto nos han dicho lo de amar a los demás que nos hemos olvidado de amarnos bien. Nos hacemos dependientes de la valoración externa. Que nos acojan, que nos quieran, que nos valoren. Y nos perdemos el regalo de agradecer profundamente ser quienes somos. Buscamos por fuera lo que ya tenemos dentro. El Espíritu que Dios ha derramado en nuestros corazones que nos hace exclamar: soy hijo de Dios. No tenemos que pedir permiso a nadie para ser quienes somos.

«Nuestra oración, hoy, es amar, amar sencilla y gratuitamente».

La Cuaresma nos remite a lo esencial de la existencia. Amar a Dios y al prójimo.

 Comprendo, Dios mío,
que el mandamiento  del amor
es el más grande.
Todo tiene que proceder del amor
o tiene que conducir al amor.
Si amo, el amor me conduce
y se manifiesta en toda mis acciones.
Entonces mis acciones son buenas
y agradables a Ti,
porque te llevan mi amor.
Tú eres grande, Señor,
el único verdaderamente grande
y todo procede de Ti y vuelve a Ti.
Dios mío,
concédeme que yo con la totalidad de mi pequeñez
me entregue al mandamiento del amor.
Siempre, aunque me entregue del todo,
seré muy pequeño para tanta grandeza.
No podré llenar la grandeza del mandamiento,
pero su grandeza me llenará a mí
y colmará el sentido de mi vida.
Amén


 

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