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"Hágase"

 


«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, 
y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; 
por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios” 
(Lc 1, 26-38).

Dios se adentra en lo sencillo, en lo pequeño. Elige a una mujer, a la que llena de gracia, y le pide permiso para ser madre de su Hijo. María no entiende, pero confía. Su Fiat abre la puerta para que Dios entre en la historia de la humanidad. Con discreción.

 La vida humana ha sido enaltecida a lo más alto cuando el mismo Hijo de Dios se hace hombre. “El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invite a la revolución de la ternura” (EG 88) que hoy pedimos a Dios.

Hoy es un día para alegrarnos con María. En ella floreció Jesús, el Salvador. María nos invita a elegir la luz, a escoger la vida. María nos regala al Dios con nosotros. María acompaña a la Iglesia en el camino sinodal, nos enseña a encontrar la comunión en la común obediencia del Espíritu. ¿Qué pasos nos invita a dar María para crecer en nuestro caminar juntos?

Somos, Señor, lo que tú nos amas. Santa María del camino, ¡Ven con nosotros, a caminar!

"No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios". No es nada bueno vivir en el miedo y el temor, porque paralizamos toda nuestra vida. El miedo al castigo, a la violencia, a la enfermedad, a la muerte, nos coloca pesadas cadenas de tristeza. La fe nos invita a no temer a poner nuestra confianza en las manos de Dios. María, nuestra madre, se confió totalmente en las manos Dios y encarnó en su cuerpo al Hijo de Dios.

La alegría del anuncio se ha convertido en compromiso, en el 'hágase' de María, en aceptación del proyecto de Dios, en poner en manos de Dios su libertad, en confiar plena y totalmente en Él.


Una breve palabra: Fiat! Hizo descender al eterno para nuestra salvación, elevando nuestra humanidad a la plenitud de su divinidad. MADRE FORTALECE NUESTRO FIAT CONSTANTE!

Y María dijo SÍ. Que sepamos, como María, tener siempre esa alegría y confianza en lo que nos pide el Señor. Dispuestos a escucharle.

María, enséñanos a contemplar a Dios en cada persona y a decir «hágase» como tú.

Guárdanos en tu corazón de Madre.

 Por eso recurrimos a ti, 
llamamos a la puerta de tu Corazón, 
nosotros, tus hijos queridos 
que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. 
En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. 
Repite a cada uno de nosotros: 
“¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. 
Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón 
y los nudos de nuestro tiempo. 
Ponemos nuestra confianza en ti. 
Estamos seguros de que tú, 
sobre todo en estos momentos de prueba, 
no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

 

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