Ahora

 


“El primero entre vosotros será vuestro servidor” 
(Mt 23,1-12)  

¡Es Cuaresma! Vive en humildad y recibirás la fuerza de la paz porque la libertad interior se fortalece si eres sinceramente humilde.

Pedir a los demás lo que nosotros no podemos o queremos estar. Y encima, juzgarles cuando no pueden darlo. Por desgracia, así somos las personas.

Comportamientos a evitar: imponer cargas sin compartir el peso, querer ser vistos y dejarse tratar distinto al resto

Es fácil poner normas, lo difícil es cumplirlas. Hacer que los demás hagan lo que se dice, pero no hacer lo dicho. Cargar a otros para ir uno más ligero. Vivir en la apariencia más que en la coherencia. El reto es apostar por la humildad, el servicio, ser uno más.


 

Los fariseos

Eternos inquisidores,

fiscales de conciencias,

de nariz arrugada

y mirada displicente,

coleccionistas

de faltas ajenas,

acusadores incansables,

porque rezas mal,

porque sales,

porque entras,

porque opinas,

porque callas,

por cómo vistes,

por cómo hablas

porque no estás

a su altura.

Jamás la misericordia

asoma a sus labios,

ni la palabra amable,

ni un atisbo de duda

sobrevuela sus exigencias.

Ellos tienen la llave

de un reino de la nada,

convencidos de ser

guardianes de las esencias.

Si sintieran, por una vez,

que tan solo tu palabra

bastará para sanarnos.

(José María R. Olaizola, sj)

En esta época nuestra tan llena de vencedores y vencidos. De ambición, triunfos, números uno, y craks, hoy y siempre el Evangelio piensa en los últimos, en los perdedores, en los olvidados. Todo nuestro afán por sobresalir solo esconde una necesidad de afecto y de valoración. Vivimos en la carencia y en la precariedad afectiva.

¡Cuánto camino nos queda todavía por recorrer, para dejar de utilizar la religión en beneficio propio y para vivir la autoridad como verdadero servicio! Como Él: sin títulos, ni honores, ni privilegios...


"Uno solo es vuestro Maestro". A veces nos gusta esa espiritualidad del taburete y mirar a la gente desde arriba, creernos más que ellos que somos mejores. Bájate y camina con ellos, es en el camino donde crecemos. Mientras más ambiciosa sea la subida, más fuerte será la caída.

Los vientos del Espíritu están siempre soplando. Nos empujan hacia Jesús, que está en medio como el que sirve; nos llevan a vivir en la verdad, respaldando la palabra con la vida. La fecundidad de los cristianos pasa por el servicio. Que descubramos la alegría de servir juntos a los hermanos, cada uno en la medida que pueda, todos con la oración.

No dejes que se enfríe tu corazón como el ambiente exterior nos hiela el cuerpo. No dejes que se apague la llama de la fe. Aliméntala cada día. Vive respirando la esperanza y renovando cada mañana la opción por el bien, el compromiso solidario, la decisión de amar y servir.

“Sí, pero no... o mejor más tarde... ahora no me viene bien”. ¿Nos pasa? ¿Decimos, pero no hacemos? ¿Mi fe se traduce en obras?

 La fraternidad es el proyecto de Dios para la humanidad. El otro es mi hermano. Un mismo Padre, Dios; una misma casa común; un mismo proyecto, el amor; un mismo sentir, fraternidad. Este es el proyecto del Evangelio, del Reino, de Dios.

Para Dios, menos es más; perder es ganar; los pequeños son grandes; los últimos, primeros; el mayor honor, servir... ¡Todo es distinto en su reino!


 

Dios y Padre nuestro, nuestro único Señor,

Líbranos de creernos mejores que los demás,

porque todos somos hermanos

y necesitados de tu bondad y de tu amor.

Líbranos de mantener una imagen a costa de la verdad.

Líbranos de ahogar nuestros verdaderos dones

en el mar de la vanidad y de la apariencia.

Líbranos de no reconocer nuestras miserias

por miedo a no ser aceptados y queridos.

Líbranos de juzgar y disminuir a los demás

para mantener una falsa estatura.

Ayúdanos a sentir como tu ternura

no mira lo que aparentamos

sino lo que nos duele para poder sanarlo.

Ayúdanos a aceptarnos como somos,

para poder aceptar y amar a los demás

como Tú nos aceptas y amas a nosotros.

Enséñanos, Jesús, a servir con alegría. Queremos poner nuestros pies en tus pisadas. Hemos experimentado el gozo de servir y no queremos perderlo. Gracias por tu ejemplo.

Tú, Jesús humilde,
nunca me has dicho:
Humíllate ante mí,
dobla la cabeza,
el corazón, la vida,
y esparce sobre tu rostro
luto y ceniza.

Tú me propones:
Levanta la mirada,
y acoge la dignidad de hijo
en toda tu estatura.
Humíllate conmigo
y vive en plenitud.

Bajemos juntos
a la hondura sin sol
de todos los abismos,
para transformar
los fantasmas en presencia
y los espantos en apuesta.

Únete a mi descenso
en el vértigo y el gozo
de perdernos juntos
en el porvenir de todos
sin ser un orgulloso inversor
de éxitos seguros.


Benjamín González Buelta, sj


 

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