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"El que viene detrás de mí"
 Jn 1, 19-28

Hacer del Evangelio la referencia de nuestra vida.
 Permanecer en Jesús, reconocerlo como Camino, Verdad y Vida.
Anunciarle sin alardes, con la sencillez de nuestra vida cotidiana...
Ojalá podamos ser “precursores” los unos para los otros, sosteniéndonos mutuamente en el camino.

Nada mejor para renovar la vida que acercarnos a Jesús.
Volver a sumergirnos en su Palabra, siempre viva, siempre nueva.
Volver al seguimiento apasionado de Aquel que pasó por la vida haciendo el bien, curando a los oprimidos por el mal.
Que su Espíritu nos impulse este nuevo año

La encarnación de Dios no es idilio, es escándalo:
Dios viene a nuestro encuentro en la humildad de un niño.
Dios hecho pequeño…

Hay un niño en un pesebre.
Aparentemente es insignificante.
Y sin embargo es el Mesías.
Y sin embargo es el salvador de mundo.
Ni siquiera habla, pero todos hablan de él.
Divino Niño: danos cristianos que saquen poco ruido, pero que se hagan escuchar lejos.



Está en medio y reconocerle es cuestión de preparar el corazón y agudizar la mirada para que no se nos pase ninguna señal de su presencia... está aquí.

Descubrir al “Dios con nosotros” en medio de los desiertos de nuestra vida, entraña abrirnos a la aventura de lo incierto, el riesgo del inconformismo, y poner la mirada en el cielo con los pies en la tierra.
Él está en medio de nosotros, escondido y, a la vez presente, en nuestra propia debilidad y en la de nuestros hermanos.

No soy digno
No, Señor, yo no soy digno
de que entres en mi casa,
pero igual vienes,
tú que cuentas
con los frágiles.
No soy digno
de desatar tus sandalias,
pero tú me calzas
las botas del reino
y me envías a ser
buena noticia.
No soy digno
de servir en tu mesa
y tú me sientas a ella
para darme el pan,
la paz y la palabra.
No soy digno
de llamarme profeta,
y tú me das una voz
para cantar tu evangelio.
Me descubro
tan distante, tan a medias,
tan herido de tibieza,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

(José María R. Olaizola, SJ)


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