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Dios nos acompaña




“Dará a luz un hijo, 
que será llamado Emmanuel,

Dios-con-nosotros” 
(Mt 1, 18-24)


Pasarán los rigores del invierno que ahora comienza.
Renacerá otra vez la primavera.
Vendrá la luz para alumbrar oscuridades...
Nada te turbe.
Se renovarán tus fuerzas.
Sal en busca de Jesús que viene a tu encuentro.
Todo cambiará porque su amor permanece siempre.
Sólo Dios basta.

Prepara la Navidad.
Prepara tu corazón para que renazca en él con más fuerza el amor.
Haz acopio de ternura, prepara banquetes de amistad, derrocha perdón, adórnate de humildad.
Pon en tu boca y en tu alma un cántico nuevo.
Abre los ojos al Misterio.
Abraza a tus hermanos.

Mira más allá de las apariencias.
Fijate en los detalles, en lo pequeño.
Podemos descubrir gestos cotidianos preñados de  vida y esperanza.
Son germen de un mundo nuevo.
El niño Dios no viene entre las aclamaciones de los ricos y poderosos, sino en la humildad de los sencillos.

Cuando una familia espera el nacimiento de un niño, todo se renueva.
Crece la ilusión, la espera es ya un goce adelantado de lo que ha de venir.
El asombro, el milagro vibra en las entrañas.
Con Jesús, Dios se hizo hombre.
Cuando un niño nace, algo del cielo entra en la tierra.


Que el ejemplo de San José nos ayude a escuchar a Jesús que llega y que pide que le acojamos en nuestros proyectos y en nuestras decisiones.

Soñar es dejar a Dios que rompa nuestros planes y proyectos, para acoger los suyos desde la incomprensión y el abandono.
José sueña y la realidad del sueño le lleva al precipicio de la fe.

José tiene un sueño, ama a María, quiere fundar una familia.
Un sueño que de repente se llena de Dios y se cumple.
La ama, ahora mucho más ya que Dios se lo pide.
José es flexible a la voluntad de Dios, no es terco, le dice que sí.

Este es el gran signo que esperamos.
El nacimiento de un niño.
Ahora sabemos que nuestro Dios está por la vida.
Que defiende, promueve y crea la vida.
El signo de su presencia es un niño, cualquier niño.
Es la vida, cualquier vida.
Ahora sabemos que cada signo de vida entre nosotros nos habla de la presencia de Dios.
Es Dios-con-nosotros.

Esta es la novedad:
Un Dios niño que vence todo lo que puede dañarnos, incluidos el pecado y la muerte.
El secreto del gozo cristiano es estar orientados hacia Él y confiar completamente en Él. 
Por esta razón, el Adviento nos propone un ejemplo exitoso en María.

Nuestra fe no consiste en creer que Dios existe, sino en descubrir con inmensa alegría que, en Jesús, Dios se hace cercano.
No estamos solos, Dios nos acompaña, compartiendo y solidarizándose con nuestras vidas, con sus dificultades, alegrías, aspiraciones y deseos de cada uno.

El cristianismo es el canto de una presencia divina, más aún, de una fraternidad total entre Dios y el hombre, desde el momento en que, en su Hijo, Dios se convirtió en Dios-con-nosotros, Dios-para-nosotros, Dios como-nosotros.
Y la Navidad es su gran celebración.

Gracias, Señor Dios,
por querer habitar entre nosotros.
Tú vienes hasta nosotros
y en ti y por ti vivimos, respiramos.
Nos perdemos justo
cuando no aceptamos
que tú quieres estar a nuestro lado.
Nuestra única tarea
es reconocer y aceptar
que tú quieres estar
con nosotros.

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