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Aprender a vivir en Fe.



“José, no tengas miedo 
de acoger a María, 
tu esposa…” 
(Mt 1, 18-24)

José acoge a María, vive con ella, espera lleno de alegría y gozo el nacimiento de un niño que no sabe muy bien qué será, pero si es de Dios será maravilloso, si es de María será precioso... 
Dice 'hágase' a la voluntad de Dios.
No tengas reparo en acoger lo que viene de Dios.
No tengas miedo de acoger al que viene de lejos.
No te canses de proteger al débil.
No dejes de cuidar la vida.
Dios nos sorprende por caminos nuevos.
Ábrete a la acción del Espíritu.
Siempre nos impulsa para amar.
Cómo no sentir gratitud y asombro ante un Dios que se manifiesta en la fragilidad de un recién nacido, en la humildad de una pareja de emigrantes, en la pobreza de una pequeña aldea.
Cómo no sentir el inmenso misterio de su amor, de su cercanía con el hombre...
Dios-con-nosotros.
La misión de San José es también la misión de la Iglesia: acompañar, custodiar y cuidar la obra que el Espíritu Santo quiere realizar en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias...
Contemplar a José es encontrar una actitud madura, que no se mira a sí mismo, sino a María. 
Es descubrir la serenidad y la confianza en las situaciones de conflicto.

Es guardar silencio para escuchar la voluntad de Dios. 
Mirar a José para aprender a vivir en Fe.


En este tiempo, aprendamos a ser como José: siempre dispuestos, generosos, aceptando lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros, por muy extraño que nos parezca.
La confianza y el amor serán las claves para lograrlo.
Como José, llevemos en nuestras vidas, todos estos días, a María esperando al Niño.
Y nosotros creamos a los sueños que el Espíritu sueña en nosotros.
Que no solo sembremos sueños de regalos sino sueños de fe.

Por ti, Señor de la vida y de la historia,
aprendo a no tener miedo.
Por ti, Redentor,
descubro mi vida como respuesta
a una llamada.
Por ti, Dios que cumples lo que prometes,
quiero dejar atrás la duda y la indecisión.
Yo sé que tú estás siempre a mi lado.
Por ti, Padre querido,
quiero arriesgarme a vivir con fe.
Calma nuestras impaciencias;
que aprendamos, como José,
a dejar que las cosas sucedan
sin perder el equilibrio,
sin bloquearnos por la protesta,
sin rechazar al diferente,
sin juzgar con dureza.
Danos la sabiduría de José,
para pensar bien de la gente,
para dejar obrar a Dios,
y para apostar por la bondad del otro.
Haznos generosos como María,
para darte el sí,
para estar disponibles siempre
aunque no entendamos.
Ayúdanos a cuidar nuestra familia,
a mantener viva la comunicación,
a generar ternuras y detalles
y a estar atentos a lo que necesita el otro.




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