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Ser compasivo




“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” 
(Lc 6,36)  


Juzgamos demasiado rápido lo que hace el otro. 
¿Y tú? 
¿Dónde están tus errores? 
También necesitas el perdón. 

Según el lenguaje bíblico el corazón guarda el recuerdo de todo lo vivido. 
Será misericordioso quien recuerda a las personas de su vida y se mantiene fiel a ellas. 
Jesús nos pide que seamos como el Padre Celestial que mantiene el amor por su Pueblo, aunque éste le dé la espalda. 
Dios conoce nuestras deficiencias y a pesar de ello nos ama y cuenta con nosotros. 
Nos pide que actuemos como él. 
Nos pide que dejemos de juzgar a los demás según nuestro esquema de bondad.

Un corazón grande no condena, solo perdona


• Señor, perdónanos porque también nosotros queremos perdonar.
 

La compasión es la forma que tiene Dios de mirar el mundo. 
Su forma de acercarse al dolor del ser humano es la ternura. Hacemos visible el Rostro de Dios con la compasión y la ternura.  Atrévete a vivir como el Padre. 
Dale gloria como Él quiere. 
Arriésgate. 
El amor no se queda solo en sentimientos. 
Siempre que eres compasivo, descubres algo nuevo de Dios y de ti mismo.    

Espíritu Santo, despierta en nuestra interioridad la ternura, la compasión, la mirada confiada.  


Sobre buenos y malos, Padre,
haces salir el sol y mandas la lluvia.
A todos sostienes,
a todos ofreces tu regazo
y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos,
de su dignidad,
de su bondad o malicia,
de su credo,
de su autoestima.

Amas a todos,
mas no eres neutral.
Amas al injusto,
pero detestas la injusticia.
Amas al pobre,
pero aborreces la pobreza.
Amas al engreído,
pero te hastía el orgullo.
Amas al pecador,
pero odias toda maldad.

Graba en nosotros
las claves de tu corazón,
y da a nuestras entrañas
los ritmos de tu querer
para respetar a los que son diferentes,
ser tolerantes con los que no coinciden,
dialogar con los disidentes,
acoger a los extranjeros,
prestar sin esperar recompensa,
defender a los débiles,
saludar a los caminantes,
y amar a todos
por encima de nuestros gustos
y preferencias.

Enséñanos, Padre,
a ser como Tú.
Que todos puedan decir:
Son hijas e hijos dignos de tal Padre.

Florentino Ulibarri

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