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"Hágase en mí""





“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo” 
(Lc 1,31)



La solemnidad de la Anunciación nos invita a meditar una vez más este pasaje del Evangelio, a llenarnos de alegría con la Buena Noticia de Gabriel.
Dios no nos abandona, no se olvida de nosotros, viene a salvarnos, se encarna, se hace persona humana para que seamos y vivamos como hijos suyos.
Dios no nos salva sin contar con nosotros, con un gesto lejano y frío, sino que se acerca a nuestra realidad hasta asumirla, y esto lo hace contando con nuestra colaboración.
La sencillez, la humildad y la confianza de María, son las actitudes con las que debemos acoger al Dios que se nos acerca, hoy le pedimos que nos enseñe a decir como ella:

Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla lo que dices.



La entrega sin condiciones, sin cláusulas, sin dudas.

Esa es la verdadera felicidad.

¡Anímate a probarlo!



El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia.

María, Madre de todos, siempre caminó movida por el Espíritu Santo.

Escuchó las promesas.

Se atrevió a decir Sí.

En Ella se encarnó Jesús. 

El Espíritu te lleva a mirar a María.


En Ella y con Ella, te hace las más hermosas propuestas para tu vida.

Canta con Ella las maravillas de Jesús.

En medio de la oscuridad comienza algo nuevo.   



Espíritu Santo, transfórmanos el corazón, envíanos a un fuerte compromiso social y misionero. 
Gracias por hacer de nuestro corazón una casa abierta para muchos.
 

Un corazón como el de María para ver a Dios 

Como María, queremos confiar y decir "hágase en mí" cuanto quieras.

A mi medida.
¡Tan débil como yo,
tan pobre y solo!
Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4,34)
y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7,37)

Tu, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,           
de todos lo que somos.

Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.

Tu, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reir como nosotros

Tu, Dios, Tu, hombre,
Tu, mujer, Tu, anciano,
Tu, niño y joven,
Tu, siervo voluntario,
siervo último
siervo de todos...
Tu, nuestro.
Tu, nosotros!


Ignacio Iglesias

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