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¡Qué grande es José!


“Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo,  
y le pondrá por nombre Emmanuel, 
que significa Dios con nosotros” 
                                                (Mt 1,23).  
 
Jesús es para nosotros; es el Dios con nosotros. 
Es nuestro. 
Nuestra vida, por rota que esté, siempre es cuna para Jesús. ¿Cuento con María para ser discípulo  de Jesús?

 “María es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. 
Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios” (EG 286).


¡Qué grande es José! 
No podemos imaginar el sufrimiento de su corazón y la zozobra de su cabeza hasta que aceptó toda aquella realidad! 
¡Cuánto amaba a María!  
Cambió sus planes de marido y de padre por los planes de Dios, que ni siquiera conocía con exactitud! 
¡Cuánto amaba a Dios! 
Hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Señor, ayúdame a crecer en humildad, a no buscar el protagonismo ni la oscuridad. 
Que sólo pretenda cumplir tu voluntad, como San José, para acoger y hacer presente a tu Hijo Jesús.
Señor, dame la prudencia, la paciencia y la sabiduría de San José, para no precipitarme, para no dejarme llevar ni por las dificultades ni por las euforias; para saber esperar y acoger la luz que Tú nos ofreces, siempre en el momento más oportuno; para saber escuchar tu llamada en cada contrariedad.
Señor, dame la confianza de San José para seguirte, aunque no entienda todo, aunque no sepa donde me llevas; para caminar sobre el mar de las dudas con la seguridad de la fe.
Amén. ----------------------------

Plantó cara a la prudencia
y a los chismes.
Siguió la voz interior
que le instaba: ‘confía’.
Enseñó, al Dios niño,
la mejor imagen de Dios.
Sin pronunciar palabra
labró el ‘hágase’ con
su historia:
Carpintero y emigrante,
peregrino y maestro,
creyente y siervo.
El hombre discreto
sigue siendo, hoy,
testigo humilde
de la entrega callada,
del sacrificio radical,
de la fe capaz de arriesgarlo
todo.
Entre sus manos
encallecidas,
ponemos las nuestras
y tratamos de asomarnos,
en su vida,
a la sabiduría
de los justos.


José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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