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Una pequeña luz





"Yo he venido al mundo como luz" 
(Jn 12,46). 
 
Jesús ha puesto la luz en medio de las gentes.
Ha colocado el perfume para que el buen olor inunde toda la casa.
Ha besado toda situación de dolor y de frustración con el amor del Padre.
Ha sembrado en el campo una semilla de gratuidad.
Ahora nos toca a nosotros responder a su amor.
Nos toca responder en libertad ante esa luz de Dios que se ha manifestado en Jesús y en su actividad en favor todo ser humano.   

Anuncio tu presencia, Jesús, 
en medio del mundo, 
que mi vida sea una pequeña luz 
para quienes buscan sentido a su vida.

«El que me ve a mí, ve al que me ha enviado». 
(Jn 12,45)
Como creyentes, nuestro modo de ser y de actuar, el servicio a los hermanos, la atención a los inmigrantes o refugiados o cualquier servicio que podamos prestar, debe ser continuación de la presencia salvadora de Cristo en el mundo.
Y al mismo tiempo, debemos tratar a cada persona con quien nos encontramos —sea agradable o no— como si fuera el mismo Cristo: al fin y al cabo, son sus hermanos. Esto es lo que el Padre nos ordena comunicar.

- Señor, haz que escuchemos la voz del Espíritu 
que nos llama a salir a anunciar el Evangelio.

“Si los desiertos exteriores se multiplican en el mundo es porque se han extendido los desiertos interiores” (LS 217). 

¿A qué conversión ecológica somos llamados a convertirnos hoy?
Queda mucho por hacer mientras ochocientos millones de personas vivan en los países del Sur en condiciones de pobreza y, de ellas, quinientos cincuenta millones estén en la miseria; mientras seis millones de niños mueran cada año antes de cumplir los cinco años; mientras cincuenta y ocho millones de niños no vayan a la escuela primaria y mientras millones de niños y jóvenes vivan marginados de los progresos mundiales, mientras estas cifras sigan siendo una realidad, nuestra labor de guardianes del planeta no habrá terminado.

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