La voluntad de Dios
"Esta es la voluntad de mi Padre:
que todo el que ve al Hijo y cree en él,
tenga vida eterna"
(Jn 6,40)
En el Padrenuestro, además del pan,
pedimos
que se haga —en nosotros y en el mundo—
la voluntad de Dios.
Jesús alimentó la
propia vida con la voluntad
o proyecto del Padre para la humanidad:
que todos
puedan gozar de la vida eterna,
que nadie tenga una existencia
que se pueda
considerar perdida o inútil.
Así, nuestro deseo debe ser hacer de este mundo un
ensayo de lo que Dios nos dará en la vida resucitada.
- Señor Jesús: tú nos dices que el Padre no excluye a nadie del designio de salvación.
Que trabajemos para que nadie sea excluido de su dignidad humana.
La hierba
verde en el valle indica dónde se esconde el agua. La vida, desplegándose como un bello arco iris
después de la tormenta,
desvela la presencia
de Jesús.
Piensa que tu vida es como una
fuente.
Si te guardas el agua,
ésta se corrompe.
Si la das,
tu pozo se convierte en un surtidor
inagotable.
Padre, canto tu proyecto de dar vida.
Jesús, te
miro y creo en Ti.
Espíritu creador, recrea en el mundo la vida.
“Las criaturas del
universo material encuentran su verdadero sentido en el Verbo encarnado” (LS
235).
En el centro de Dios siempre están los descentrados.
Su
deseo es que todo ser vivo tenga vida en plenitud.
Hay salidas diferentes a la
guerra y a la muerte:
clamar por la paz,
condenar la indiferencia ante las
diversas crisis que afectan a la humanidad.
La hierba verde en el valle indica
dónde se esconde el agua. La vida, desplegándose como un bello arco iris
después de la tormenta,
desvela la presencia de Cristo.
Si nos guardamos el
agua, ésta se corrompe.
Si la damos, el pozo se convierte en un surtidor
inagotable. El ser humano, dotado de inteligencia y de amor,
y atraído por la
plenitud de Cristo
está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador.
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