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Escuchar para conocer a Cristo, y poder hablar de Cristo.




“Mis ovejas escuchan mi voz” 
(Jn 10,27)  

“El ejemplo de santa Teresa de Lisieux nos invita a la práctica del pequeño camino del amor, a no perder la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad. 
Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo” (LS 230).   

Escuchar para conocer a Cristo, 
y poder hablar de Cristo.  
Hacernos presentes serenamente ante cada realidad, 
por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización. 
La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. 
Se trata de amar con los brazos abiertos. 
De amar y ser amados, tal como somos. 
No valemos por lo que hacemos, valemos por lo que somos.
Señor, que siempre reconozca tu voz entre los ruidos de mi vida, que nunca suelte mi mano de la tuya para andar mis pasos, que confíe, Padre, en la seguridad de que Tú me sostienes, que sea capaz de abandonarme en tus brazos…

Gracias por conocerme, Dios mío,
por ocuparte de mí,
por acompañar mi camino,
por ofrecerme tu cobijo,
por darme paz, por cuidarme y atenderme,
por fortalecer y dar sentido a mis actos.
Padre, que asuma mi necesidad de Ti,
que busque en Ti aliviar mis temores, mis dudas, mis miedos…
que me aferre a tu mano poderosa y me fije en tu rostro cercano,
para no desfallecer, para no desistir de seguirte, de tu Palabra,
para tener siempre presente Tu Amor

Con el Señor a nuestro lado, estamos seguros, a nada ni a nadie hemos de temer. 
Él nos escucha siempre y nos salva de toda inquietud.
Vivamos abandonados en su amor.
 

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