Todo lo mío es tuyo y para ti




“Cuando todavía estaba lejos, 
su padre lo vio y se conmovió; 
y echando a correr se le echó al cuello, 
y se puso a besarlo”  
(Lc 15,20)    

“La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona” (MV 3).  

Cuando vivimos en las sombras 
no toleramos que Dios sea tan bueno con los pecadores.  
Es preciso que corra el aire del Espíritu por nuestros pulmones para que nuestra mente no se anquilose, 
los pensamientos no se fosilicen 
y el corazón no se endurezca.
Los besos fueron la respuesta del Padre.  

No son superfluas las palabras de Lucas 
explicando el porqué de la parábola:  
Jesús es criticado por acoger y comer con pecadores.
Responde con tres parábolas.  
La última y más bella de ellas 
quiere mostrar que su actuación 
es reflejo del rostro misericordioso del Padre.
Quiere que lleguemos a comprender qué Padre tenemos.
¡Cómo es el Padre!  
No pierde de vista al que se aleja, 
ve de lejos al que se acerca.  
Se conmueve.  
Echa a correr.  
Se funde en un abrazo de alegría con quien vuelve.  
Hace fiesta.  

Recuerda que has nacido de un abrazo 
entrañable de ternura.
 Al verte, a Dios le da un vuelco el corazón.  
“Sea bendito por siempre, que tanto me esperó” 
(Sta Teresa).  
 Invita a superar la crítica del hijo mayor 
y su negativa a abrazar al hermano.  
A regresar a casa y al amor paterno cuando nos separamos de él.  
Y desea que vivamos lo que se dice al hermano mayor:  
«tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo».
 
¡Qué alegría escuchar de tus labios, cuando volvemos a Ti:
Todo lo mío es tuyo y para ti 
- ¡Gracias, Jesús, por mostrarnos qué Padre tenemos!

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