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¿Para qué estamos en este mundo?




“El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para dar su vida en rescate por muchos”(Mt 20,28)  
 
Si ayer Jesús decía que sus seguidores no debemos actuar como los letrados y fariseos, hoy pide que no seamos como los que tienen poder ni como los que quieren escalar hasta los primeros puestos. 

“Su persona no es otra cosa sino amor. 
Un amor que se dona gratuitamente. 
Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. 
Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. 
En Él todo habla de misericordia. 
Nada en Él es falto de compasión” (MV 8).   

La preocupación del discípulo debe ser la de seguir al Maestro incluso cuando se trata de «beber el cáliz», en actitud de vivir y desvivirse por los demás.
Es el camino que pasa por la pasión y cuya meta es la resurrección.
Todo estilo de vida tiene cabida en este mundo, pero no todos tienen salida.
Tiene cabida todo abuso de poder,  pero solo ofrecen futuro quienes cargan sobre sus hombros a los pequeños.
Piensa tu vida a la luz de esta palabra.
Recuerda: da vida quien ama, libera quien sirve a los demás.  
¿Para qué estamos en este mundo?
Tú, Jesús, lo tenías muy claro: para dar vida dando la vida. 

¿Acaso hay vocación más hermosa, para una fuente, que dar agua abundante?
Es hora de entrar en la dinámica del amor.
La lentitud en el esfuerzo es extraña al Espíritu Santo.  
 
Quien quiera seguir a Jesús el único trono al que debiera aspirar debiera ser el trono de la Cruz.
Por eso en la Cruz no hay competencias, ni resentimientos, ni divisiones.

Señor: sé que dentro de mí existe la tentación de ser más que los demás.
 Sana mi corazón.
Señor: sé que dentro de mi Iglesia también existen Zebedeos que aspiran a ser Primeros Ministros, sana el corazón de tu Iglesia.
Señor: que suban los que quieren ser últimos.
Porque no queremos una Iglesia dividida internamente.

- No nos dejes caer, Señor, en la tentación del poder.
Que cada día nos preguntemos cómo podemos servir más y mejor.

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