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La alegría desbordante de Jesús



Lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla… Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar…” 
(Lc 10, 21-24).   

A Jesús le brota una alegría desbordante, 
y la deja correr a su alrededor 
como hace la fuente con el agua. 
Es la primera vez 
que los suyos realizan algo 
que responde a la acción del Espíritu: 
han ayudado a los caídos a recuperar su dignidad. 
La desconcertante experiencia de Dios, 
traducida en mil gestos de servicio a los demás, 
que posee la gente sencilla es un tesoro para la Iglesia.    

Me acerco despacio a las  personas 
y me dejo sorprender por las maravillas 
que el Espíritu recrea en ellas cada día. 
Me alegro y alabo a Dios por todo ello.

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