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Cantar las misericordias del Señor.



“¿A quién se parece esta generación?... Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Tiene un demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores. Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios” (Mateo 11, 16-19).  


¡Qué triste y duro reproche el de Jesús! 
¡Cómo nos cuesta percibir el rostro de Dios humano, 
cercano, caminando a nuestro lado, 
vivo en tantos rostros desfigurados! 
La sabiduría de Dios desborda nuestro entendimiento. 
Sólo los pobres y humildes la ven.   

Algún día vendrás, Espíritu del gozo, 
como viento fuerte, me pondrás en mi sitio 
y yo danzaré para ti con los pobres de la tierra.
“ Hemos tocado la flauta y no habéis bailado” (Mt 11,17)    

Jesús es miel en la boca, 
melodía en el oído, 
júbilo en el corazón.
Todo lo suyo es un don que invita a la danza.
¡Qué contrasentido: 
que suene la música de la misericordia de Jesús 
y nosotros nos quedemos al margen del baile!
Tus misericordias, Señor, 
queremos cantar por toda la eternidad.
 

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