¡ESTABA!
El cordero balaba dulcemente.
El asno tierno se alegraba
en un llamar caliente.
El perro ladraba
hablando a las estrellas.
Me desvelé … salí… vi huellas
celestes por el suelo florecido
como un cielo invertido.
Un vaho tibio y blanco
velaba la arboleda,
la luna reclinando
en un ocaso de oro y plata
que parecía un ámbito divino.
Mi pecho palpitaba
como si el corazón tuviese vino.
Abrí el establo a ver si estaba…
¡Estaba!
(Juan Ramón Jiménez)
El cordero balaba dulcemente.
El asno tierno se alegraba
en un llamar caliente.
El perro ladraba
hablando a las estrellas.
Me desvelé … salí… vi huellas
celestes por el suelo florecido
como un cielo invertido.
Un vaho tibio y blanco
velaba la arboleda,
la luna reclinando
en un ocaso de oro y plata
que parecía un ámbito divino.
Mi pecho palpitaba
como si el corazón tuviese vino.
Abrí el establo a ver si estaba…
¡Estaba!
(Juan Ramón Jiménez)
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