Palabras de Benedicto XVI en la noche del 11 de octubre de 2012: el discurso de la luna y las antorchas, 50 años después

Hace cincuenta años yo también estaba en esta plaza, con la vista puesta hacia la ventana, donde apareció el Papa bueno, el beato Papa Juan XXIII y nos habló con palabras inolvidables, palabras llenas de poesía y amabilidad, palabras del corazón.
Nos quedamos muy contentos y llenos de entusiasmo. El gran concilio ecuménico acababa de ser inaugurado, estábamos seguros de que tenía que ser una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, una nueva presencia fuerte de la gracia liberadora del Evangelio.
Incluso hoy en día estamos contentos, nos regocijamos en nuestros corazones, pero yo diría que tal vez una alegría más sobria, una alegría humilde.
En estos 50 años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe, y se traduce en pecados personales. Hemos visto que en el campo del Señor hay siempre las malas hierbas. Hemos visto que en la red de Pedro hay también peces malos. Hemos visto que la fragilidad humana también está presente en la Iglesia, que la nace de la Iglesia navega también con viento contrario, con tempestades que amenazan la nave. Y a veces hemos pensado: “¿El Señor está dormido se ha olvidado de nosotros?

Esta es una parte de la experiencia adquirida en los últimos 50 años. También tuvimos la nueva experiencia de la presencia del Señor… El fuego del Espíritu Santo, el fuego de Cristo, no el fuego devorador y destructivo, es un fuego silencioso, es una pequeña llama de la bondad y la verdad, se que se transforma, que da a luz y el calor. Hemos visto que el Señor no se olvida de nosotros, aún hoy, de una manera humilde el Señor está presente y da calor a los corazones, a nuestras vidas, crea dones y carismas de bondad y de caridad que iluminan el mundo y son para nosotros garantía de la bondad de Dios. Como Cristo vive, está hoy con nosotros y podemos ser felices porque su bondad no se apaga, es fuerte también hoy en día con nosotros.

Por último, me atrevo a hacer mis propias palabras inolvidables del Papa Juan, “Id a vuestra casa, dadle un beso a vuestros hijos y decidles: este es el beso del Papa”.

Comentarios

  1. Uf... Menuda entrada...Me quedo desarmada...Me en-can-ta.
    También me gusta la imagen de la portada del blog. Y sí, hare mia esas palabras de nuestro ahora beato Juan Pablo II.
    Gracias Juanlu, un abrazo muy fuerte.

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