El perdón en la pareja


 
 
             Mientras  hojeaba sus “dossier” matrimoniales, el  diablo observó con enojo que todavía  quedaba una pareja, sobre  la  tierra, que vivía de amor y en concordia. Decide hacer una inspección. Se trataba  en realidad  de una  pareja común; sin embargo, emanaba tanto amor  que alrededor de ella  parecía que fuese una eterna primavera. El diablo quiso conocer el secreto  de aquel amor.
-No hay ningún secreto -le explicaron los dos-. Vivimos nuestro amor como una competencia: cuando uno de los dos se equivoca, el otro asume la culpa; cuando uno de los dos obra bien el otro recibe las alabanzas, cuando uno de los dos sufre, el otro recibe el consuelo; cuando uno de los dos se alegra, el otro se complace. En fin, competimos siempre a ver quien llega antes.
Al diablo le pareció esto tonto. Y por eso pueden todavía  existir parejas felices en la tierra (Dino Simplici).

            No hay duda de que existen parejas felices en la tierra, donde cada uno trata de hacer todo el bien posible al otro, parejas que mantienen como valores válidos  la fidelidad, el mutuo aprecio, la comprensión, tolerancia,  y tratan de vivir el ideal de Jesús de Nazaret. Sin embargo, hay signos preocupantes en nuestra sociedad que atentan contra la familia cristiana: la creciente demanda de una libertad sexual sin límites, el aumento de madres solteras, la disminución del número de hijos. El hedonismo, el relativismo y la indiferencia religiosa, tratan de corroer el matrimonio.
Una egipcia se divorcia porque no podía soportar más el olor pestilente de su esposo. La afectada asegura ante un tribunal de El Cairo que la falta de higiene de su marido le "apestaba" la existencia.

            La convivencia bajo el mismo techo no es fácil, se necesita mucho tiempo de reajuste, adaptación, comprensión y mucho derroche de amor. Los primeros años de la vida matrimonial son importantes, porque en ellos se inicia y se consolida la comunicación en la pareja; surgen lo que en psicología se llama “patrones de comportamiento”.  En 1981, el 26% de las demandas de divorcio en U.S.A. estaban formuladas en los dos primeros años de matrimonio. Y es que algo no marcha en nuestros matrimonios: nacen las sospechas, desconfianzas y  los celos.
Cualquier relación humana, sobre todo la de la pareja, purifica y perfecciona. Somos como piedras que a base de rozar unas con otras vamos lastimándonos y a veces logramos pulir o limar nuestras aristas. “Sin fricción no se puede pulir la piedra preciosa; sin adversidades no se puede perfeccionar un hombre” (Confucio).

            En repetidas ocasiones intentamos nosotros que el otro cambie, que se acomode a nuestra norma. Sólo, después de muchos desengaños, se opta por cambiar uno mismo. Como afirma Robert Johnson: “acusamos a la otra persona de habernos fallado; no se nos ocurre pensar que tal vez somos nosotros quienes necesitamos cambiar nuestras actitudes inconscientes, es decir, las expectativas y exigencias que imponemos en nuestras relaciones y a las demás personas… Somos la única sociedad que hace del romance la base del matrimonio, de las relaciones amorosas y del ideal cultural del “verdadero amor”.     

            Los adultos tienden a repetir en sus relaciones íntimas los mismos patrones que han visto o recibido en su infancia. Robin Casarjian explica la raíz de muchas elecciones de ciertas parejas. Por ejemplo, es posible que una mujer cuyo padre la maltrataba físicamente se case con un hombre que la maltrate, o que un hombre cuya madre era muy dominante se case con una mujer mandona. Los adultos que fueron maltratados en su infancia son más propensos a maltratar a sus hijos que aquellos que no lo fueron. Es importante que comprendamos la dinámica familiar y reconozcamos con compasión nuestras heridas para así tener la seguridad de que no vamos a reactivar esas actitudes en nuestra vida adulta. Es probable que no podamos tener relaciones sanas con los demás mientras no sanemos nuestras relaciones familiares.

            Aunque ambos miembros de la pareja estén muy dispuestos a perdonar, afirma Robin Casarjain que surgirán enfados de cuando en cuando. Es necesario y sano para cualquier relación que haya espacio para los enfados. Cada persona necesita la libertad de expresarse, sin la amenaza del rechazo o del abandono emocional. Todos necesitamos libertad para expresar el dolor,  el temor, así como la alegría. Nuestra disposición a permitir la expresión del temor del otro sin reaccionar necesariamente con temor, y a ver y aceptar toda la verdad de una situación, sin proyectar, es la paz que ofrece el perdón. Si el ser amado se siente molesto, asustado o dolido, hay preocupación y compasión. Hay espacio para su dolor y su temor, a la vez que reconocimiento y afirmación de su fuerza.

            Cuesta perdonar y a veces como que las alas no sólo se caen, sino que se rompen, se hacen añicos. Muchas veces no se sabe qué hacer, qué rumbo tomar, cuesta confiar en Dios y en el otro.
Muchas parejas compiten en orgullo, en fuerza, en prepotencia, por eso les resulta tan difícil comprender, ponerse en el lugar del otro y, sobre todo, perdonar.

Para ver el Blog del P. Eusebio Gómez Navarro: http://lafuentequemana.blogspot.com/

Comentarios

  1. Preciosisimo!!!Gracias por tu comentario, después de una crisis en mi matrimonio el Señor se está haciendo Fuerte en él y estamos renovandonos dia a dia, sin el perdón, un Don precioso , es casi imposible VER al Otro, como el lugar de Descanso, el Otro ha de ser Cristo mismo. un abrazo

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  2. Al leerlo veo que falta un punto al final del dia a dia.
    Sin el Perdón..etc creo que vale la aclaracion....

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  3. Gracias por este magnífico post. Admirando el tiempo y el esfuerzo que puso en su blog y la información detallada que usted ofrece.

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