Salve, José, amante y tierno padre. Salve, guardián de nuestro Redentor. Esposo fiel de tu bendita Madre y salvador del mismo Salvador. Al buen Jesús pudiste ver sin velo y sobre ti sus miembros reclinó. Al Hacedor de tierra, mar y cielo con cuánto amor le besas y te besó. ¡Oh, qué feliz el nombre de Hijo que dabas! Ninguno fue por Dios tan encumbrado como tú, José. ¡Oh, fiel guardián de nuestro Redentor! Dichoso aquél, José, que tú proteges y el que con fe te invoca en la aflicción, jamás, jamás lo dejas sin amparo y protección. ¡Oh, San José, amante y tierno padre, santo sin par y espejo de virtud! Haznos amar a la divina Virgen y a nuestro Dios y Salvador. “Protege, oh bienaventurado José, protégenos en nuestras tribulaciones. Defiéndenos de las asechanzas del demonio, protégenos con tu patrocinio, y ayúdanos y sostennos con tu auxilio para que podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza”. (León XIII)
Naturalmente que es el pecado,la causa del mal que acaece al hombre.
ResponderEliminarNo en vano llevamos el pecado original a cuestas.
Hay y siempre han habído guerras intestinales en nuestra Iglesia, porque es como si fuese el caballo de Troya, un gran vientre donde allí caben buenos y menos buenos y estos aprovechan que están dentro para hacernos daño. La Iglesia está llena de hematómas y también de caricias, de amor.
Por eso es peregrina.
Unidos en oración
Con ternura.
Sor.Cecilia