La alegría de la Pascua,

 
Queridos hermanos y hermanas:
La Pascua de la Resurrección del Señor es la fiesta principal de los cristianos. En ella, celebramos el triunfo de Jesucristo sobre el pecado y la muerte. En la Pascua somos invitados a vivir una vida nueva, alentados por la presencia del Resucitado, que vive para siempre.
Es tiempo  para felicitarnos y vivir la alegría de pertenecer a la comunidad de los discípulos del Señor Resucitado. “Somos el pueblo de la Pascua; Aleluya es nuestra canción”, son palabras de un himno que repetiremos en estos cincuenta días del tiempo pascual.
¿Qué consecuencias tiene esto para la vida del creyente? La primera es que el encuentro con el Señor Resucitado provoca una profunda alegría. “Los discípulos se alegraron al ver al Señor”, nos dice el Evangelio. El mismo Señor saluda a las mujeres que encontraron el sepulcro vacío con la expresión “¡Alegraos!”. A pesar de las dificultades de las persecuciones, los primeros cristianos y también nosotros, hemos de conservar la alegría característica del cristiano auténtico, pues nada ni nadie podrán separarnos del amor de Cristo que está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”. El Papa Benedicto XVI nos recuerda que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida”. Éste es el encuentro con el Resucitado, fuente de nuestra alegría.
Una segunda consecuencia es que la Pascua rehace a las personas y a la comunidad. La Pasión del Señor fue una prueba durísima para los discípulos, que experimentaron su fragilidad y dejaron solo al Maestro en el momento de la prueba; algunos pensaron que todo había terminado y, sumidos en la tristeza y la desesperanza, se dispersaron.
La experiencia del encuentro con el Señor devolvió a Pedro la posibilidad de decirle: “Tú sabes que te quiero”. Los discípulos de Emaús sintieron arder su corazón cuando Jesús –peregrino en el mismo camino- les explicó el sentido de su muerte. Ellos le reconocieron “al partir el pan” y regresaron a la comunidad para compartir la Buena Noticia: “es verdad, ha resucitado el Señor”. También nosotros, abrumados por los problemas y los agobios que hemos de afrontar, perdemos muchas veces la esperanza y nos alejamos de la comunidad creyente para refugiarnos en nuestro propio yo, en el individualismo que nos aísla. La Pascua es tiempo de renacer y de reencontrarse con la comunidad cristiana. Es una ocasión para renovar nuestros compromisos bautismales y para acompañar a los nuevos miembros de la Iglesia, que se incorporan a ella por el Bautismo, crecen con la Confirmación y se sientan por primera vez al banquete de la Eucaristía.
Es mi deseo, queridos hermanos y hermanas, que no perdamos la oportunidad que nos ofrece la Pascua para revitalizar nuestra vida cristiana, tanto personal como comunitariamente. Esta renovación tendrá un fruto precioso: el amor mutuo. La comunidad de los discípulos del Resucitado tiene siempre esta señal: “mirad cómo se aman”. Cuando esta verdad impregna la vida, todo cambia.
¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!
+ José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva

Comentarios

  1. Gacias Juanlu, por su entrada Pascual, me uno a ella de todo corazón.
    Reciba mi abrazo fraterno.
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Colaborar con el Señor

"Señor, enséñame a orar"

Gracias, Señor.