“Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados” (Mt 11,28)
Hoy celebramos la fiesta
de santa Teresa de Jesús, aquella mujer inquieta y monja andariega que en aquel
momento histórico que fue el siglo dieciséis renovó los monasterios carmelitas
y al mismo tiempo influyó fuertemente en toda la vida de la Iglesia; lo que le
valió ser proclamada doctora de la Iglesia; aquella mujer llena y deseosa de
Dios, agradecida del amor de Dios, que supo transmitir a su alrededor la fe y
la esperanza que llevaba dentro y cuyos libros, cartas y poesías, son joyas de
la literatura española y alimento de la fe.
«¡Dios mío,
misericordia mía! ¿Qué haré para no estropear las grandezas que hacéis conmigo?
Vuestras obras son santas, son justas, son de un valor inestimable y de una
gran sabiduría, porque vos mismo, Señor, sois la sabiduría».
Como Santa Teresa, debemos
hacer experiencia de Dios, extasiamos de su amor y estar arraigados en Él,
porque a quien tiene Dios nada le falta, encontrará reposo para recuperar
fuerzas, ilusiones, horizontes, esperanzas, encontrará la paz y la comprensión
de Cristo.
Vivamos también
contemplando, alabando a Dios por las cosas pequeñas de cada día, en oración
constante, experimentando el gozo de vivir su presencia en nuestra vida.
Busquemos al Señor por
encima de todo y dejémonos seducir por su amor, y depositemos en Cristo todas
nuestras angustias, porque Él es el amigo del alma que nunca defrauda.
- Ayúdanos, Señor, a despertar el ansia por Ti en nuestra alma.
- Ayúdanos, Señor, a despertar el ansia por Ti en nuestra alma.
Ayúdanos a buscarte y a
tener más frecuentemente encuentros y diálogos contigo.
La vivencia de fe de quien busca a Jesucristo sinceramente y de todo corazón, es una riqueza y un regalo de Dios.
La vivencia de fe de quien busca a Jesucristo sinceramente y de todo corazón, es una riqueza y un regalo de Dios.
Para esta persona y para
los que la rodean. Y a veces, como en el caso de Teresa, para muchas
generaciones.
Demos gracias a Dios por
ello.
Y alimentemos en nosotros
la inquietud y el deseo de crecer como discípulos de Jesús.
Se trata de cultivar
especialmente la afinidad interior con quien es «manso y humilde de corazón».
¡Qué grande es el corazón de Jesús!
¡Qué grande es el corazón de Jesús!
Cuando los pobres ya no
pueden más,
Jesús les ofrece su vida
para descansar.
Junto a Jesús se recrea la
vida.
Señor: desearía ver el
anuncio del Evangelio como tú lo ves.
Desearía ver el corazón de la gente del pueblo como tú lo ves.
Desearía ver cómo la semilla de tu Evangelio brota en los corazones.
Desearía sentir lo que tu Padre sentía el escucharte hablar de cómo te iban las cosas entre los hombres.
Desearía ver el corazón de la gente del pueblo como tú lo ves.
Desearía ver cómo la semilla de tu Evangelio brota en los corazones.
Desearía sentir lo que tu Padre sentía el escucharte hablar de cómo te iban las cosas entre los hombres.
Teresa de Jesús aprendió a
estar con "tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en
lo primero en el padecer, todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo; nunca
falta; es amigo verdadero".
"Siempre que se
piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes, y
cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor
saca amor.
Procuremos ir mirando
esto siempre y despertándonos para amar; porque, si una vez nos hace el Señor
merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos
muy en breve y muy sin trabajo". (Vida 22, 6-7.14).
En la persecución o en las
dificultades de la vida, el Espíritu Santo impulsa y fortalece al orante
para dar testimonio de Jesús, con su vida.
Fíate de Dios, de la
fuerza de su Palabra.
Es un Padre fiel y no
abandona la obra de sus manos.
Nada te turbe;
nada te espante;
todo se pasa;
Dios no se muda,
la paciencia todo lo
alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.
(Sta Teresa de
Jesús).
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