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Auméntanos la fe





    Atrévete a creer.  
Atrévete a fiarte de Dios aunque te falle el piso entero bajo tus pies.
Tu mayor acto de fe lo harás el día en que no tengas nada en qué apoyarte y te agarres única y exclusivamente de las manos de Dios, sin miedo a que te suelte. ¿Te atreves a creer así?

    Atrévete a creer.  
Atrévete a renunciar a tu manera de pensar y ver las cosas y arriésgate a verlas siempre desde Dios y de cómo las ve Dios.
Cuando sea noche total en tu vida, tú sigue adelante sin más luz que tu confianza en que Dios no te engaña.
¿Te atreves a creer así?

    Atrévete a creer.
No sólo con la cabeza.
Es muy fácil creer con la cabeza.
La verdadera fe es creer con la vida.
Que tu misma vida sea una confesión clara y nítida de fe.
Quien cree con la vida vive de la fe y la fe se hace vida y la vida se hace fe.
¿Te atreves a creer así?

Atrévete a creer.
No sólo cuando todos creen, esa sería posiblemente una fe social.
Tú estás llamado a creer precisamente cuando los demás se cierran a la fe y aún te dicen que creer es una tontería.
Llamado a creer, aunque por ahí te cuenten el cuento de que la fe te da la respuesta a todo.
¿Te atreves a creer así?

    Atrévete a creer.
No cuando todos te aplauden sino cuando todos te critican y aún se ríen de ti.
Ahí es donde Dios está necesitando testigos.
Dios no necesita tanto de testigos entre los que ya tienen fe, sino precisamente allí donde no hay fe. ¿Te atreves a creer así?

 Atrévete a creer.
Incluso cuando tengas que confesar tu fe con el testimonio de tu propia vida.
Los mártires murieron por su fe, su único delito fue creer.
Cuando tu fe sea rubricada con tu propia vida, sentirás que valió la pena creer de verdad.
¿Te atreves a creer así?


Atrévete a creer.
Que tu fe llegue a fastidiar a los dormidos, a los que viven anestesiados.
El mejor signo de tu fe es que donde tú estás los demás se sienten incómodos.
Esa es la señal de que estás emitiendo mensajes que cuestionan sus vidas.
Una fe que cuestiona a otros es verdadera.
¿Te atreves a creer así?




Dios Padre Bueno y Misericordioso,
te damos Gracias por el don de la Fe
que Tú nos regalas para ser compartida,
y por las persona que Tú pones en nuestra vida
para poder fortalecerla y aumentarla cada día.
Te damos Gracias porque Tú nos invitas
a trabajar en la construcción de tu Reino de Vida
para transformar y mejorar nuestra sociedad,
y construir junto a otras personas un mundo mejor,
al servicio de los más pobres, débiles y necesitados,
y trabajando diariamente con sencillez y con humildad,
para sembrar siempre la solidaridad y el bien común.
Te damos Gracias porque hoy Tú no se enseñas
que una fe verdadera es capaz de hacer milagros
y de mejorar nuestro mundo en beneficio de todos.
Ten Misericordia de nosotros, y aumenta nuestra fe
para confiar siempre en Ti y en la fuerza de tu Amor.
Ayúdanos Tú, Dios Misericordioso, a no olvidar jamás
que nuestra Salvación sólo depende de Ti, de tu Amor,
que es un don gratuito que Tú, Padre nuestro, nos regalas,
y que no depende de nuestros méritos acomunados,
sino de tu Misericordia y del Amor que Tú nos tienes.
Haz Tú, Dios Padre nuestro, Bueno y Misericordioso,
que a través de tu Palabra Viva y mediante de la oración,
los Sacramentos y la fe cada uno de nuestros hermanos,
revitalicemos nuestra propia fe, para poder compartirla
con quien más la necesite cada día, para sentir tu Misericordia,
y sirviendo siempre a los demás con amor y con alegría.  Amén.

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