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Ganar la Vida

 

 

“Así será también 
en los días 
del Hijo del Hombre” 
(Lc17.26-37).

La novedad que trae Jesús al mundo es tan radical que supone un cambio sin retorno. No hay vuelta atrás. Cuando llegue aquel día el que esté en una azotea y tenga sus cosas en casa que no baje a recogerlas; el que esté en el campo que no vuelva atrás. Solo queda mirar adelante.

El encuentro no está planeado, tiene que ser deseado, tiene que ser buscado. Pero es el Señor quien se presenta, quien viene, quien se acerca. En cualquier momento, en cualquier lugar, una pregunta, una palabra… y ahí está Él, llamando, preguntando, proponiendo.

Señor, ayúdame a mantenerme vigilante y preparado para tu venida.
Mantén mi corazón despierto.

Que no se apague el candil de mi fe.
Que mi puerta esté siempre abierta, y mis manos solidarias. 
Señor, despierta mi corazón para reconocer tu presencia 
y seguirte sin miedo cada día.
No permitas que las preocupaciones de esta vida me aparten de ti.
Que mi corazón esté siempre enfocado en tu amor y en tu promesa de salvación, viviendo con fidelidad y esperanza cada día.
Amén.

 

 

«El que pretenda guardar su vida, la perderá» Pretender llevar con nosotros todo al iniciar el camino impide descubrir la novedad que se nos invita a vivir. Por ello, no volvamos por lo viejo abramos la mente y el corazón a lo que descubrimos en el camino con la mirada al frente. La vida es solo para darla. En la entrega encuentra todo su sentido. Una actitud que se aleja de los placeres que atrapan, o de las posesiones que nos conquistas. La paradoja del evangelio es que quien da, gana; quien conserva, pierde. En el don se alcanza la ganancia

"El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará." Así de simple y de sencillo. Quién le quita el envoltorio a la vida y la comparte se convierte en dador de vida. Quién la protege, la guarda y la ahorra, descubre con angustia que el tiempo se termina, y su corazón sigue vacío de nombres. Hoy recibimos una nueva invitación a desplegar y compartir lo que somos No en acontecimientos extraordinarios, sino en la sencillez y discreción de lo que ocurre cuando nadie nos ve. La entrega silenciosa de la vida nos lleva a los gozos eternos que nadie nos puede quitar.


“Señor, concédeme la gracia de no aferrarme 
a lo que pasa, 
sino de entregarme confiadamente 
a tu voluntad; 
que, al perder 
mis seguridades humanas, 
encuentre la vida plena 
que solo Tú puedes dar.” 

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