Seguir a Jesús es cosa seria.





“¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!” 
(Mt 8,25).  
Seguir a Jesús es cosa seria.
Jesús enseñaba en la vida, en el lugar de trabajo, en los quehaceres y peligros que la vida entraña tantas veces.
Seguir a Jesús es subirse a la barca y meterse en el mar.
Seguir a Jesús, por lo tanto, es tener la libertad y la audacia de enfrentarse a los poderes que vemos que nos superan, que nos atemorizan, a los que no vemos solución.
Un seguidor de Jesús no se calla ante las injusticias sociales, ante los atropellos políticos, ante la corrupción de los gestores del capital, ni ante las contradicciones que vemos en la Iglesia.
Pero el "seguimiento" es, sobre todo, la "convicción" de que quien está junto a Jesús ha de saber que sale adelante.
Lo único que nos puede salvar de la tempestad es estar con Jesús, siguiéndole a él.
Incluso los que han decidido seguir a Jesús se asustan.
El evangelio de hoy contiene dos preguntas importantes.
Primero Jesús cuestiona a los discípulos (es decir, a nosotros) sobre la calidad de nuestra fe.
La segunda es la pregunta de los discípulos sobre la identidad y misión de Jesús.
No debemos tener miedo de que Jesús nos haga preguntas.
 Ni tampoco de cuestionarnos con frecuencia quién es él para nosotros: a través de esas preguntas iremos encontrando respuestas para nuestro camino.
- Señor Jesús: que no nos den miedo los peligros de la vida, sino el vivir sin ti.

Aunque aparezca muy oscuro el horizonte de la humanidad, la Iglesia celebra el triunfo de la alegría pascual.
Si un viento contrario obstaculiza el camino de los pueblos, si se hace borrascoso el mar de la historia, ¡que nadie ceda al desaliento y a la desconfianza! 
Cristo ha resucitado.
Vete ante el Santísimo Sacramento, ora y adora.
Exponle tus oscuridades y fracasos.   

Tú eres, Jesús, el pan de la salvación.
Tú eres, Jesús, el pan de los pobres.
Tú eres, Jesús, el alimento de todos los peregrinos.

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