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LA CONVERSIÓN

Un joven fue a visitar a un viejo sabio con el fin de que lo instruyera. El anciano lo recibió, invitándolo a una taza de té. Mientras tanto, el recién llegado no paraba de hablar inconscientemente sobre sus muchos conocimientos. El sabio cogió la tetera y empezó a verter té sobre la taza de su invitado, de tal modo que el humeante líquido se derramó. No obstante, el viejo seguía sirviendo té.

‑ ¿Qué hace usted ‑dijo el joven‑, no se da cuenta que la taza rebosa y está cayendo el té al suelo?

El anciano sonrío pícaramente y dijo:

‑ Ilustro esta situación. Tú, al igual que la taza, estás ya lleno de tus propias opiniones, prejuicios y creencias. ¿De qué serviría que yo intentara enseñarte algo si antes no te vacías?


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Un hombre fue a ver a un sabio maestro para pedirle que lo aceptara como discípulo. Cuando llegó, fue recibido por un asistente que lo interrogó sobre el motivo de su visita.

‑ Deseo que el maestro me acepte como discípulo ‑solicitó el recién llegado.

‑ Muy bien, yo soy su asistente y haré llegar al maestro su demanda.

Así lo hizo, y al rato regresó con un papel escrito en las manos que entregó al hombre.

‑ El maestro le pide que conteste a estas preguntas.

Como el visitante era un hombre instruido, contestó las preguntas con facilidad sin que ninguna le resultase complicada. Terminado el examen, el asistente recogió las respuestas y marchó a entregárselas al maestro. Al rato regresó junto al ya impaciente visitante.

‑ El maestro me ha pedido que le comunique que ha demostrado en sus respuestas una gran erudición, por ese motivo lo aceptará como discípulo dentro de un año.

Aquel hombre se sintió halagado, pero también decepcionado por tener que esperar el largo plazo marcado por el maestro. Antes de irse, preguntó:

‑ Si contestando correctamente a las preguntas he de esperar un año, ¿cuál sería el plazo señalado en caso de no haber respondido adecuadamente al examen?

‑ Ah, en ese caso ‑contestó el asistente‑, el maestro te habría aceptado ahora mismo.

Tú, en cambio, necesitas al menos un año para liberarte de toda esa carga de conocimiento inútil que llevas encima.

La conversión empieza por cambiar de mentalidad, por librarse de prejuicios, de ideas preconcebidas, incluso de las ideas religiosas… ¡especialmente de los prejuicios religiosos!

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